El Poder de lo Pequeño
pero usa lo pequeño para hacer Sus proezas
¿Qué tienen en común un grano de mostaza, una piedra y un vaso de agua?
Que representan a la fe que mueve montañas, el arma con el que David derribó a Goliat y el inicio de la revelación de Jesús a la mujer samaritana de que Dios es un Espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo con espíritu y con verdad.
Estos son algunos ejemplos de cosas pequeñas que forman parte de esas historias de la Biblia donde Jehová demostró que es Grande, y que puede hacer grandes a hombres y mujeres considerados pequeños ante los ojos del mundo.
Porque los ojos siempre se posan sobre lo grande. El edificio más grande del mundo, la empresa con mayores ganancias, el hombre más rico del mundo…
Y así somos etiquetados todos los hombres y mujeres. Tenemos un rótulo en la frente que dice: “soy pobre” o “soy rico”. “Tengo un aspecto físico espectacular” o “soy gordo o gorda”. “Tengo títulos académicos y soy inteligente” o “soy alguien común y corriente”.
Así nos ven otros, y probablemente así nos vemos al mirarnos en un espejo.
Veamos esta imagen.
Conocemos quién es este personaje. Pero no sabemos qué piensa sobre sí mismo.
Lo que sí está claro es que la mayoría de nosotros no somos famosos, o considerados “grandes” ante otros. Pero nos miramos al espejo, y tenemos una autoimagen, una opinión de nosotros mismos.
La Biblia dice:
1 Corintios 1:26-29
Pues ustedes contemplan su llamamiento por él, hermanos, que no muchos sabios según la carne fueron llamados, no muchos poderosos, no muchos de nacimiento noble; 27 sino que Dios escogió las cosas necias del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios escogió las cosas débiles del mundo, para avergonzar las cosas fuertes; 28 y Dios escogió las cosas innobles del mundo, y las cosas menospreciadas, las cosas que no son, para reducir a nada las cosas que son, 29 a fin de que ninguna carne se jacte a vista de Dios.
Así como era en el Siglo I, así es hoy día. Hay Sabios, Poderosos, de Nacimiento Noble. Y hay los Necios, los Débiles, los Innobles. Los llamados personas comunes y corrientes, de esas que sólo conocen su familia y amigos, los anónimos de la sociedad actual. Es decir, los pequeños.
¿Cuenta un pequeño o pequeña ante Dios?
Mateo 11:25-27
En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo: “Te alabo públicamente, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios e intelectuales y las has revelado a los pequeñuelos. 26 Sí, oh Padre, porque el hacerlo así vino a ser la manera aprobada por ti. 27 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre, y nadie conoce plenamente al Hijo sino el Padre, ni conoce nadie plenamente al Padre sino el Hijo, y cualquiera a quien el Hijo quiera revelarlo.
Jesús responde la pregunta: es a las personas pequeñas ante los ojos del mundo a quienes se revelan las cosas profundas de Dios, son quienes pueden conocer plenamente al Padre y al Hijo. ¿Puede existir algo mejor que eso?
Por supuesto, el poder de lo pequeño no radica en realmente sentirse “pequeño”, o poca cosa. Hay una falsa humildad que parece aconsejar que uno deba sentirse y verse a sí mismo como una persona de baja autoestima, la pobrecita, la víctima. ¿Es eso lo que quiere Jehová, que nos veamos como minusválidos emocionales? No.
Ser una persona pequeña ante los ojos de os demás no significa que uno se debe ver y sentirse un poco cosa. Todo lo contrario. Debe uno aprender a amarse y valorarse a sí mismo, a darse su lugar en donde esté. ¿No hizo eso Jesús, y cada hombre y mujer de fe?
No hay valor o mérito adicional para quien decide permanecer pobre, o quien decide que no debe luchar por mejorarse a sí mismo.
El poder de lo pequeño radica en pensar sanamente sobre sí mismo, sus valores y potencialidades, para que sean usadas y bendecidas por Jehová y Jesucristo, para beneficio de uno mismo y de otros.
Jesús enseñó un Principio:
Fiel en lo mínimo, Fiel en lo mucho.
Lucas 16:10
Con estas palabras, Jesús estableció un principio: cómo somos en las cosas pequeñas, indica cómo seremos con las cosas grandes.
Por ejemplo: ¿qué estaba haciendo Pedro el día que Jesús lo llamó a ser “pescador de hombres”? ¿Estaba sentado Pedro en un Palacio, o sentado en el Sanedrín judío, deliberando asuntos importantes?
Lucas 5:1-11
En cierta ocasión, cuando la muchedumbre se agolpaba sobre él y escuchaba la palabra de Dios, él estaba de pie junto al lago de Genesaret. 2 Y vio dos barcas atracadas al borde del lago, pero los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes. 3 Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le pidió que se apartara un poco de la tierra. Entonces se sentó, y desde la barca se puso a enseñar a las muchedumbres. 4 Cuando cesó de hablar, dijo a Simón: “Rema hasta donde está profundo, y echen sus redes para la pesca”. 5 Pero respondiendo Simón, dijo: “Instructor, toda la noche nos afanamos y no sacamos nada, pero porque tú lo dices bajaré las redes”. 6 Pues bien, cuando hicieron esto, encerraron una gran multitud de peces. En realidad, se les rompían las redes. 7 De modo que hicieron señas a sus socios [que estaban] en la otra barca para que vinieran y les prestaran ayuda; y ellos vinieron, y llenaron ambas barcas, de manera que estas se hundían. 8 Viendo esto, Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, y dijo: “Apártate de mí, porque soy varón pecador, Señor”. 9 Pues, ante la redada de peces que habían pescado, quedaron pasmados él y todos los que con él estaban, 10 y así mismo Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran partícipes con Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “Deja de tener miedo. De ahora en adelante estarás pescando vivos a hombres”. 11 De modo que volvieron a traer las barcas a tierra, y abandonaron todo y le siguieron.
Sí, Pedro estaba lavando sus redes. Esa noche había estado intentando pescar toda la noche, afanándose, y no sacó nada. Pedro pudo haber dejado todo tirado, y haberse ido a dormir. Tenía un negocio de pesca y tenía empleados, así que pudo haber dicho a uno de sus empleados que se hicieran cargo de lavar las redes y remendarlas. Pero no lo hizo. Pedro, Andrés, Santiago y Juan estaban lavando sus redes, remendándolas, para esa noche regresar al mismo lugar que no les había recompensado sus esfuerzos. Sólo que esa noche no fueron a pescar, sino a ser instruidos por Jesucristo.
¿Fueron fieles en lo mínimo estos hombres? Sí. No delegaron sus responsabilidades en otros, ni se sintieron tan decepcionados por el fracaso de la pesca como para no alistarse a una nueva faena.
Muchos de nosotros bregamos con una dura situación económica. Tal vez hemos llenado Curriculum Vitae, Hojas de Vida, Formularios de empleos… y nada. ¿Vale la pena perseverar?
¿O tal vez es hora de darle un giro radical a nuestra economía? Tal vez es el momento de iniciar un negocio, o explotar un nuevo talento. En este mundo existen personas que preparan mejores hamburguesas que McDonald’s, o mejores tacos y enchiladas que Taco Bell, o diseñan mejores abrigos que Zara.
El Poder de lo Pequeño está en lo que pensamos, en cómo vemos las situaciones y empezamos a actuar en el éxito de nuestra decisión.
Si David se hubiera visto a sí mismo como el “pobrecito” o el perdedor, por ser el menor de 7 hermanos Dios no lo escoge para ser Rey de Israel. Y si la mujer samaritana que habló cara a cara con Jesús se hubiera sentido que era una pobre mujer relegada de la sociedad por vivir con un hombre que no era su esposo (cosa que sabemos no estaba bien, y Jesús sutilmente le indicó), indigna de hablar cosas profundas con un hombre, no tendríamos en nuestras Biblias el relato que aparece en el evangelio de Juan capítulo 4.
Si somos fieles en lo mínimo, o en las cosas pequeñas, lo demostraremos con las cosas aparentemente pequeñas que hacemos. Jesús habló de recorrer la milla extra. Cuando se pida que avancemos un paso más de lo que siempre hacemos, hagámoslo. Jehová nos observa, y ve cómo somos con las cosas aparentemente insignificantes. Si somos personas que se esmeran, en ocuparse en los detalles, podemos demostrarnos a nosotros mismos que podemos ir a más, y Jehová bendecirá nuestros esfuerzos.
¿Qué hay de nuestro tiempo? Un día tiene 1440 minutos. ¿Qué pasaría si dedicáramos 20 minutos para edificar, para construir nuestra espiritualidad? 20 minutos son el 1.4% del tiempo que tenemos en un día. ¿Podría ser ese 1.4 % de nuestro día dedicado a nosostros mismos, a leer y meditar en la Palabra de Dios, renovando la mente, leyendo información que nos haga mejores, el quivalente a un grano de mostaza?
Un grano de mostaza es pequeño. Es una semilla pequeña. Pero la clave está en su potencialidad. En su crecimiento. Comienza pequeña, pero se hace un gran árbol.
Ese es el Poder de lo Pequeño. Su potencial, lo que puede llegar a ser.