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Para ver el Reino de Dios: Nacer de Nuevo


Jesús enseñaba verdades profundas de una manera sencilla, clara y entendible.

Y sabía cómo enseñar, y a quién revelar dichas verdades profundas.

Una de las personas que tuvo una conversación profunda y significativa con el Gran Maestro, fue Nicodemo.

De él sabemos que era Fariseo, maestro de Israel y gobernante de los judíos, miembro del Sanedrín. Y que posteriormente se atrevió a defender a Jesús en medio de las acusaciones que contra él se hacían en el mismísimo Sanedrín, y que, al morir Jesucristo, Nicodemo junto a José de Arimatea, llevaron “un rollo de mirra y áloes, como cien libras” (33 Kg.), una ofrenda cara, con la que preparar el cuerpo de Jesús para el entierro.

Fin de la historia bíblica acerca de Nicodemo, de la cual la Biblia no asegura se haya decidido a seguir manifiesta y abiertamente al Maestro.

Centrándonos en la conversación que sostuvieron Jesús y Nicodemo, registrada en Juan 3, leemos:

Ahora bien, había un hombre de los fariseos, Nicodemo era su nombre, un gobernante de los judíos. 2 Este vino a él de noche y le dijo: “Rabí, sabemos que tú como maestro has venido de Dios; porque nadie puede ejecutar estas señales que tú ejecutas a menos que Dios esté con él”. 3 En respuesta, Jesús le dijo: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. 4 Nicodemo le dijo: “¿Cómo puede nacer el hombre cuando es viejo? No puede entrar en la matriz de su madre por segunda vez y nacer, ¿verdad?”. 5 Jesús contestó: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que ha nacido de la carne, carne es, y lo que ha nacido del espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles a causa de que te dije: Ustedes tienen que nacer otra vez. 8 El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del espíritu”.

Juan 3:1-8

Nicodemo va a Jesús de noche. No quiere ser visto públicamente en compañía de alguien cuestionable, no reconocido "oficialmente" como un Rabí, o Maestro Judío.

Juan 7:15 nos informa: "Por eso los judíos se admiraban, y decían: “¿Cómo tiene este hombre conocimiento de letras, cuando no ha estudiado en las escuelas?". Está claro que para los muy respetables miembros del Sanedrín, Jesucristo no merecía el título o status de "Rabí", un título que denotaba un gran honor y prestigio.

Para ser un Rabí, miembro del Gran Sanedrín, tenía Jesús que llenar esta Curriculum Vitae de requisitos:
  • Ser hebreo y descendiente directo de padres hebreos
  • Había de ser "instruido en la ley", tanto en sentido oral como escrito. Había de ser versado en la Mishna y la Gemara, las dos partes de las que estaba compuesto el Talmud
  • Había de tener experiencia judicial en al menos tres oficios de dignidad progresivamente superior, comenzando con el tribunal local e incluyendo los dos sanedrines menores en Jerusalén
  • Debía poseer un sólido dominio de las ciencias conocidas en el momento, incluyendo la medicina. Había de ser versado en la química y en la fisiología
  • El miembro del sanedrín tenía que ser un experto lingüista, y debía ser capaz de expresarse en los idiomas de las naciones que había a su alrededor
  • Tenía que ser modesto, popular, de buena apariencia y libre de toda altivez
  • Había de ser piadoso, fuerte y valeroso
  • No debía tener defecto físico alguno, puesto que era un tipo del Mesías. El Talmud contiene una lista de ciento cuarenta defectos corporales que descalificaban para el oficio al que padeciera cualquiera de ellos. Cada uno de los candidatos era objeto de cuidadoso examen, para asegurarse de que estaba libre de todos esos defectos
  • El candidato debía haber aprendido un oficio u ocupación
  • Otro de los requisitos es que debía ser un hombre casado, y tener hijos propios
  • Y por último, debía rondar los cuarenta años de edad. Según la ley hebrea, a los doce años un niño alcanzaba la edad en que se lo consideraba responsable, se hacía un hombre a los veintitrés, sacerdote a los treinta y consejero a los cuarenta
Queda claro que Nicodemo llenaba esos requisitos, y era miembro del Sanedrín. Pero Jesucristo era el Mesías. Punto final. Lo eligió Jehová. Ése era el único requisito, y valía.

Nicodemo tiene la humildad de reconocer que Jesucristo, como Maestro, venía de Dios, porque ejecutaba señales. Las señales eran los milagros. Así convenció Moisés al pueblo de Israel que provenía de Dios como Libertador.

Los milagros eran operación irrefutable de respaldo divino. Así que, valía la pena escuchar a este hombre que venía de Dios.

Vale la pena hacer un gran paréntesis antes de proseguir. Porque el razonamiento de Nicodemo es 100% válido: si alguien hace milagros, debe ser enviado por Dios, y Dios está con esa persona.

En el caso de Jesús, sus apóstoles, y profetas como Moisés, Elías y Eliseo, era cierto.

Pero no menos cierto es que Jesús advirtió:

No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'.

Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'.

Mateo 7:21-23

Razonemos:
Jesucristo mencionó a quienes claman ¡Señor, Señor!, como los que claman entrada al Reino de los Cielos. Pero con clamar en el nombre de Cristo, no se entra al Reino de los Cielos. Para acceder a ese Reino, hay que hacer la Voluntad del Padre, que está en el Cielo.

Eso coloca la situación en una sola vía: la entrada al Reino de los Cielos, es por HACER la VOLUNTAD DEL PADRE. Punto. Es la forma establecida.

Pero, los clamadores del ¡Señor, Señor!, establecen ellos cómo entrar al Reino de los Cielos. Son ellos los que deciden por sí mismos cómo será la entrada a ese Reino Divino. Les interesa su opinión, no la voluntad del Padre, aquella que uno debe orar que se HAGA en la Tierra, como se HACE en el Cielo.

Estas personas claman:

Señor: Profetizamos, Expulsamos demonios, Hicimos Milagros.

El Señor responde: ustedes hacen el MAL.

¿Cómo es posible hacer el MAL profetizando en el Nombre de Cristo, expulsando demonios en el Nombre de Cristo, haciendo milagros en el Nombre de Cristo?

Simple, recordemos lo que dijo Jesús: HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE QUE ESTÁ EN EL CIELO.

¿Era esa la Voluntad del Padre para el tiempo del DÍA en que Cristo ajuste cuentas con los que afirman seguirlo?

¿Es igual hacer obras en el Nombre de Cristo que HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE CELESTIAL?

No, porque si así fuera, Jesús no lo hubiera señalado como dos acciones opuestas. Para Jesús hacer esas obras poderosas es HACER MAL, puesto que NO ERA LA VOLUNTAD DEL PADRE hacer dichas obras.

Nota aparte podemos hacer del hecho del prestigio de quién sale fortalecido en esos milagros, u obras poderosas: ¿el del que hace el milagro usando el Nombre de Cristo, o Jehová Dios?

Cerrando este paréntesis, retornemos a la consideración sobre la conversación de Nicodemo y Jesucristo.

Jesús enseñaba las Buenas Nuevas del Reino. ¿Qué Reino? El Reino de los Cielos.

Y Jesús se centró en diversos aspectos del Reino de los Cielos.

Uno de esos aspectos, es lo que efectúa el Reino de los Cielos en la mente y el corazón del hombre y la mujer.

Cierto, el Reino de los Cielos es la expresión y ejercicio de la soberanía universal de Jehová Dios sobre sus criaturas y el medio por el que esta se manifiesta (Sl 103:19). Y esta expresión se emplea especialmente para significar la soberanía de Dios por medio de una administración real encabezada por su Hijo, Cristo Jesús.

Así que nadie mejor que Cristo Jesús para hablar del Reino de los Cielos.

Lo explicó Pablo a los Efesios con estas palabras:

Esta él la hizo abundar para con nosotros en toda sabiduría y buen sentido, 9 por cuanto nos dio a conocer el secreto sagrado de su voluntad. Es según su beneplácito que él se propuso en sí mismo 10 para una administración al límite cabal de los tiempos señalados, a saber: reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas en los cielos y las cosas en la tierra. [Sí,] en él.

Efesios 1:8-10


La voluntad del Padre es: establecer una administración en tiempos señalados, reuniendo TODAS las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas en los Cielos y las cosas en la Tierra.

Esa Administración que Jehová crea para reunir TODAS las cosas en torno al Cristo, es el Reino de los Cielos. Este Reino tiene dos elementos constituyentes: los Cielos y la Tierra.

No son los Cielos literales o la Tierra literal. Son simbólicos, los describe el Apocalipsis:

Los Cielos:

Y vi, y, ¡miren!, el Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen escritos en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre. 2 Y oí un sonido procedente del cielo como el sonido de muchas aguas y como el sonido de fuerte trueno; y el sonido que oí fue como el de cantantes que se acompañan con el arpa, tocando sus arpas. 3 Y están cantando como si fuera una canción nueva delante del trono y delante de las cuatro criaturas vivientes y de los ancianos; y nadie pudo dominar aquella canción sino los ciento cuarenta y cuatro mil, que han sido comprados de la tierra.
Revelación 14:1-3

La Tierra:

Después de estas cosas vi, y, ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos. 10 Y siguen clamando con voz fuerte, y dicen: “La salvación [se la debemos] a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero”.
Revelación 7:9-10

“Estos son los que salen de la gran tribulación, y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por eso están delante del trono de Dios; y le están rindiendo servicio sagrado día y noche en su templo; y El que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni tendrán más sed, ni los batirá el sol ni ningún calor abrasador, 17 porque el Cordero, que está en medio del trono, los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos”.
Revelación 7:14-17

Así que la Administración que Dios se propuso en Su Voluntad, es la de reunir en torno a Cristo Jesús, Cielos y Tierra, los 144.000, cuya residencia está en los Cielos, y la Gran Muchedumbre, cuya residencia está en la Tierra.

La pregunta es:
¿dónde entra en este cuadro el nacer de nuevo?


Recordemos lo que dijo Jesús:

A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios
A menos que uno nazca del agua y del espíritu,
no puede entrar en el reino de Dios

Para ver el Reino de Dios, o de los Cielos, hay que nacer de nuevo.
Para entrar en ese Reino, hay que nacer del espíritu.

Nacer de nuevo es nacer del espíritu.

Este era un concepto nuevo para Nicodemo. Pero ya lo había anunciado Juan el Bautizante:

Yo (Juan el Bautizante), por mi parte, los bautizo con agua a causa de su arrepentimiento; pero el que viene después de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de quitarle las sandalias. Ese los bautizará con espíritu santo y con fuego.
Mateo 3:11

Ese que bautizaría con espíritu santo y fuego, era Jesús, que al bautizarse en agua, describe la Biblia qué sucedió:

E inmediatamente que subió del agua vio que los cielos se abrían, y que, como paloma, el espíritu descendía sobre él; 11 y de los cielos salió una voz:
“Tú eres mi Hijo, el amado; yo te he aprobado”.
Marcos 1:10-11

De lo mencionado hasta este punto, podemos establecer lo siguiente:

Jesucristo fue bautizado en agua, y en espíritu. Al bautizarse Jesús, los Cielos se abren, y el espíritu santo desciende sobre Él. Esta operación del espíritu santo en Jesucristo es el nacer de nuevo, del que habla a Nicodemo.

Y nacer de nuevo es imprescindible para ver y entrar al Reino de los Cielos.

¿Quiénes experimentan el nacer de nuevo?

No hay dudas de que el nacer de nuevo lo experimentan los 144.000.

Sin embargo...

Lo examinado bíblicamente indica que deben experimentarlo TODOS los que ven y entran al Reino de los Cielos, por ser un requisito que Jesús estableció diciendo: "A menos que"...

Esto nos lleva a recordar la profecía de Joel:

”Y después de eso tiene que ocurrir que derramaré mi espíritu sobre toda clase de carne, y sus hijos y sus hijas ciertamente profetizarán. En cuanto a sus viejos, sueños soñarán. En cuanto a sus jóvenes, visiones verán. 29 Y aun sobre los siervos y sobre las siervas derramaré en aquellos días mi espíritu. 30 ”Y ciertamente daré portentos presagiosos en los cielos y en la tierra, sangre y fuego y columnas de humo. 31 El sol mismo será convertido en oscuridad, y la luna en sangre, antes de la venida del día de Jehová, grande e inspirador de temor. 32 Y tiene que ocurrir que todo el que invoque el nombre de Jehová escapará salvo; porque en el monte Sión y en Jerusalén resultarán estar los escapados, tal como ha dicho Jehová, y entre los sobrevivientes, a quienes Jehová llama.”
Joel 2:28-32

Y esta profecía está conectada a estas palabras predichas por Jesús:

"Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días el sol será oscurecido, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes de los cielos serán sacudidos".
Mateo 24:29

Declaró Jesús que después de iniciada la gran tribulación (Mateo 24:21), sucederían estos fenómenos, que son los que predice igualmente Joel. Ahora bien, para ser salvo de ese juicio, se requiere no sólo invocar el Nombre de Jehová, sino también recibir ese espíritu santo que ha de ser derramado sobre TODA CARNE, lo cual incluye a las personas que formarían parte de esa gran muchedumbre de Rev. 7, que sale de la gran tribulación. Recibir el espíritu santo en la mente y el corazón de parte de Dios es lo que hace que una persona nazca de nuevo, imprescindible requisito para entrar en una nueva relación con Jehová.

Recordamos también esta declaración de Jesús sobre las ovejas, merecedoras de una bendición:

"Cuando el Hijo del hombre llegue en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre su glorioso trono. 32 Y todas las naciones serán reunidas delante de él, y separará a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, pero las cabras a su izquierda.

"Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, ustedes que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo".
Mateo 25:31-34

En Revelación 7:15 indica sobre los considerados ovejas: "Por eso están delante del trono de Dios; y le están rindiendo servicio sagrado día y noche en su templo; y El que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos".

Sí. En ese juicio, TODAS las naciones son reunidas ante Cristo Jesús, sentado en Su Trono de Rey y Juez. Las naciones son juzgadas, y quienes son consideradas ovejas, son llamados a heredar el Reino preparado para las ovejas, en la Tierra. Su singular posición de ovejas las coloca en una condición bendita, de gracia divina, de favor de Dios. Por eso en Revelación 7:15 indica que están delante del Trono de Dios, rindiendo un servicio sagrado en Su Templo.

Por supuesto, para adorar a Dios adecuadamente, con "espíritu y verdad" (Juan 4:24), hay que primero nacer de nuevo del espíritu.

Esto significa que hay un momento definido en el que el espíritu santo opera en la mente y el corazón de las personas, dándoles un nuevo comienzo en la vida. Es como empezar de cero. Pero empezar de cero, con una nueva relación con Jehová, con Cristo, consigo mismo, y con otras personas.

Es el inicio de la Metamorfosis espiritual o Transformación que describe Pablo:

Pero que deben ser hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente.
Efesios 4:23

¿Cómo tener dentro de sí esa fuerza que impulsa la mente hacia una transformación real alineada a la voluntad de Dios ahora?

Recibiendo espíritu santo.

O lo que es lo mismo decir, nacer de nuevo.



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