"Señor, Tú tienes dichos de vida eterna"
"Debido a esto, muchos de sus discípulos se fueron a las cosas de atrás, y ya no andaban con él. Por eso Jesús dijo a los doce: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?”. Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna; y nosotros hemos creído y llegado a conocer que tú eres el Santo de Dios”.
Si nos dirigimos al relato que escribió el apóstol Juan, que se encuentra en la Biblia en el capítulo 6 del Evangelio de Juan, encontramos a Jesús enseñando en una sinagoga de Capernaum, sobre su rol como el verdadero pan del cielo.
Jesús quería que la gente le reconociese como alguien más que un obrador de milagros, o que enseñaba con autoridad. Deseaba aclararles que Él era ese Enviado de Dios a favor de la salvación del Mundo. Ilustra así su papel salvador: “El pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo”.
¿Recuerda aquella famosa frase que dijo Jesús de que "tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito para que TODO el que ejerza fe en Él tuviera vida eterna"? Jesús había dicho esto a Nicodemo, un miembro del Sanedrín judío. Pero ahora deseaba mostrar a otros de manera más clara que Dios, por Su amor eterno al mundo, lo había provisto como Salvador. Por eso, Jesús muestra que cualquiera del mundo de la humanidad que coma simbólicamente de su carne —por ejercer fe en el sacrificio que él pronto hará— puede recibir vida eterna.
Claro, en ese momento, la reacción de la gente es visceral. Es decir, apenas que la gente oyó aquello, se sintió ofendida. Aquella enseñanza no le gustó. "¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?", se dice a sí misma la gente. Jesús deseaba que los que le escuchan entiendan que su carne se habría de comer figurativamente. Por eso, para recalcar esto, dice algo que es más políticamente incorrecto, inaceptable, si se toma en sentido literal.
“A menos que coman la carne del Hijo del hombre y beban su sangre —declara Jesús—, no tienen vida en ustedes. El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día; porque mi carne es verdadero alimento, y mi sangre es verdadera bebida. El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre permanece en unión conmigo, y yo en unión con él.”
“Este discurso es ofensivo; ¿quién puede escucharlo?”, dice la gente en general, sin pedir a Jesús explicación por lo que ha dicho.
Jesús replica: “¿Esto los hace tropezar? ¿Qué hay, pues, si contemplaran al Hijo del hombre ascender a donde estaba antes? [...] Los dichos que yo les he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de ustedes que no creen”.
Eran dichos que son espíritu y son vida. Las enseñanzas de Jesús son espíritu, porque conectaban a la gente con Dios, que es un Espíritu. Eran una vía directa del corazón del hombre y la mujer al corazón de Dios. ¿Qué maestro o líder religioso podría enseñar algo que haga a alguien conectarse espiritualmente con Jehová?
Evidentemente, esa pregunta tiene respuesta. Y la expresó Pedro.
Jesús, viendo que la gente se escandalizó por sus enseñanzas, y se fue a su vida de antes, indicando así que para ellos seguirle ya no valía la pena, dijo: "Por esto les he dicho: Nadie puede venir a mí a menos que se lo conceda el Padre”. Al oír eso, muchos de sus discípulos se van y ya no lo siguen. Por eso, Jesús se vuelve a sus 12 apóstoles y pregunta: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?".
Pedro responde: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna; y nosotros hemos creído y llegado a conocer que tú eres el Santo de Dios”.
Pedro era pescador. Era un hombre casado, con hijos e hijas, y vivía con su suegra. Salía todos los días a traer el pan a la casa. E iba religiosamente todos los sábados a la sinagoga.
Y en un momento dado en su vida apareció Jesús. Su hermano Andrés, le dijo emocionado: "Hemos hallado al Mesías". Y cuando Jesús preguntó a los apóstoles sobre quién era Él, Pedro le dijo que Él era el Cristo, el Hijo del Dios Vivo.
¿Cómo podía Pedro estar tan seguro, tan convencido, que ese hombre parado ante él, era el Mesías, el Hijo de Dios?
Jesús dijo a Pedro, que si estaba convencido de que Él era el Mesías, no fue porque se lo dijo otro ser humano, sino por que Su Padre, Jehová Dios, se lo reveló, directo a su corazón, a su espíritu.
Pedro había visto a Jesús hacer milagros, quedaba impactado por Su enseñanza. Pero el hecho de saber que Jesús era el Mesías, era la base de su confianza en Él.
¿Entendía Pedro al 100% la enseñanza de Jesús sobre comer su carne y beber su sangre? No. Pero la terminó entendiendo y participando de ella, simbólicamente, en el Nuevo Pacto.
Pedro sabía que de Jesús escucharía directamente aquella enseñanza verdadera, aquellos dichos que le harían conocer plenamente a Jehová.
Pedro y los demás apóstoles debieron sentir la enorme diferencia en sus vidas, por escuchar y aplicar la enseñanza de Jesús. Una enseñanza espiritual, viva, que les servía en el momento presente y les daba esperanza para el futuro. Por eso los dichos de Jesús son dichos de vida eterna, provienen de Dios, son verdaderos, inmutables, permanecen para siempre y le dan vida a quienes le siguen.
Si estamos en la búsqueda de esos dichos de vida eterna, hemos de reconocer que sólo en Cristo Jesús están esos dichos de vida eterna. Note que Pedro no le dijo a Jesús que si era parte de una religión u organización, entonces tendría dichos de vida eterna.
Esos dichos los tenemos en Jesucristo. No en una religión, organización, congregación o Iglesia. Por eso, si uno busca esos dichos de vida eterna en una religión u organización, quedará decepcionado. ¿Por qué? Porque es en Cristo Jesús que hallamos los dichos de vida eterna, esos que nos conectan con Dios.
Si queremos adorar a Jehová con Espíritu y con Verdad, ¿necesitamos pertenecer a alguna religión? ¿fue eso lo que dijo Jesús?
Si alguien hoy día necesita y siente que busca a Dios, y esos dichos de vida eterna, sólo pueden hallarse en Jesucristo. En Él, y solo en Él. Jesús no delegó esos dichos de vida eterna a ningún grupo de personas, iglesia u organización. Si nos preguntamos a quién ir, la respuesta es simple: Cristo Jesús.
Juan 6:66-69
¿Qué quiso decir Pedro cuando dijo que Jesús tenía "dichos de vida eterna"?
¿Qué significado tiene entender esta frase para nosotros HOY?
Si nos dirigimos al relato que escribió el apóstol Juan, que se encuentra en la Biblia en el capítulo 6 del Evangelio de Juan, encontramos a Jesús enseñando en una sinagoga de Capernaum, sobre su rol como el verdadero pan del cielo.
Jesús quería que la gente le reconociese como alguien más que un obrador de milagros, o que enseñaba con autoridad. Deseaba aclararles que Él era ese Enviado de Dios a favor de la salvación del Mundo. Ilustra así su papel salvador: “El pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo”.
¿Recuerda aquella famosa frase que dijo Jesús de que "tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito para que TODO el que ejerza fe en Él tuviera vida eterna"? Jesús había dicho esto a Nicodemo, un miembro del Sanedrín judío. Pero ahora deseaba mostrar a otros de manera más clara que Dios, por Su amor eterno al mundo, lo había provisto como Salvador. Por eso, Jesús muestra que cualquiera del mundo de la humanidad que coma simbólicamente de su carne —por ejercer fe en el sacrificio que él pronto hará— puede recibir vida eterna.
Claro, en ese momento, la reacción de la gente es visceral. Es decir, apenas que la gente oyó aquello, se sintió ofendida. Aquella enseñanza no le gustó. "¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?", se dice a sí misma la gente. Jesús deseaba que los que le escuchan entiendan que su carne se habría de comer figurativamente. Por eso, para recalcar esto, dice algo que es más políticamente incorrecto, inaceptable, si se toma en sentido literal.
“A menos que coman la carne del Hijo del hombre y beban su sangre —declara Jesús—, no tienen vida en ustedes. El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día; porque mi carne es verdadero alimento, y mi sangre es verdadera bebida. El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre permanece en unión conmigo, y yo en unión con él.”
¿Qué le pasó a Jesús, se volvió loco? ¿Cómo habla de comer su carne y beber su sangre, algo prohibido a los judíos, y contrario a toda ética y moral humana?
“Este discurso es ofensivo; ¿quién puede escucharlo?”, dice la gente en general, sin pedir a Jesús explicación por lo que ha dicho.
Jesús replica: “¿Esto los hace tropezar? ¿Qué hay, pues, si contemplaran al Hijo del hombre ascender a donde estaba antes? [...] Los dichos que yo les he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de ustedes que no creen”.
Jesús dice 2 aspectos clave:
- Los dichos de Jesús son espíritu y son vida
- La incredulidad y falta de fe de la gente
Eran dichos que son espíritu y son vida. Las enseñanzas de Jesús son espíritu, porque conectaban a la gente con Dios, que es un Espíritu. Eran una vía directa del corazón del hombre y la mujer al corazón de Dios. ¿Qué maestro o líder religioso podría enseñar algo que haga a alguien conectarse espiritualmente con Jehová?
Evidentemente, esa pregunta tiene respuesta. Y la expresó Pedro.
Jesús, viendo que la gente se escandalizó por sus enseñanzas, y se fue a su vida de antes, indicando así que para ellos seguirle ya no valía la pena, dijo: "Por esto les he dicho: Nadie puede venir a mí a menos que se lo conceda el Padre”. Al oír eso, muchos de sus discípulos se van y ya no lo siguen. Por eso, Jesús se vuelve a sus 12 apóstoles y pregunta: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?".
Pedro responde: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna; y nosotros hemos creído y llegado a conocer que tú eres el Santo de Dios”.
Pedro era pescador. Era un hombre casado, con hijos e hijas, y vivía con su suegra. Salía todos los días a traer el pan a la casa. E iba religiosamente todos los sábados a la sinagoga.
Y en un momento dado en su vida apareció Jesús. Su hermano Andrés, le dijo emocionado: "Hemos hallado al Mesías". Y cuando Jesús preguntó a los apóstoles sobre quién era Él, Pedro le dijo que Él era el Cristo, el Hijo del Dios Vivo.
¿Cómo podía Pedro estar tan seguro, tan convencido, que ese hombre parado ante él, era el Mesías, el Hijo de Dios?
Jesús dijo a Pedro, que si estaba convencido de que Él era el Mesías, no fue porque se lo dijo otro ser humano, sino por que Su Padre, Jehová Dios, se lo reveló, directo a su corazón, a su espíritu.
Pedro había visto a Jesús hacer milagros, quedaba impactado por Su enseñanza. Pero el hecho de saber que Jesús era el Mesías, era la base de su confianza en Él.
¿Entendía Pedro al 100% la enseñanza de Jesús sobre comer su carne y beber su sangre? No. Pero la terminó entendiendo y participando de ella, simbólicamente, en el Nuevo Pacto.
Pedro sabía que de Jesús escucharía directamente aquella enseñanza verdadera, aquellos dichos que le harían conocer plenamente a Jehová.
Pedro y los demás apóstoles debieron sentir la enorme diferencia en sus vidas, por escuchar y aplicar la enseñanza de Jesús. Una enseñanza espiritual, viva, que les servía en el momento presente y les daba esperanza para el futuro. Por eso los dichos de Jesús son dichos de vida eterna, provienen de Dios, son verdaderos, inmutables, permanecen para siempre y le dan vida a quienes le siguen.
Si estamos en la búsqueda de esos dichos de vida eterna, hemos de reconocer que sólo en Cristo Jesús están esos dichos de vida eterna. Note que Pedro no le dijo a Jesús que si era parte de una religión u organización, entonces tendría dichos de vida eterna.
Esos dichos los tenemos en Jesucristo. No en una religión, organización, congregación o Iglesia. Por eso, si uno busca esos dichos de vida eterna en una religión u organización, quedará decepcionado. ¿Por qué? Porque es en Cristo Jesús que hallamos los dichos de vida eterna, esos que nos conectan con Dios.
Si queremos adorar a Jehová con Espíritu y con Verdad, ¿necesitamos pertenecer a alguna religión? ¿fue eso lo que dijo Jesús?
Si alguien hoy día necesita y siente que busca a Dios, y esos dichos de vida eterna, sólo pueden hallarse en Jesucristo. En Él, y solo en Él. Jesús no delegó esos dichos de vida eterna a ningún grupo de personas, iglesia u organización. Si nos preguntamos a quién ir, la respuesta es simple: Cristo Jesús.