Los israelitas del tiempo de Elías
¿Cómo eran los judíos en el tiempo del profeta Elías? En las Escrituras podemos encontrar una perspectiva de cómo era la gente en determinados períodos importantes de la historia. Por ejemplo, sabemos que la gente en tiempos de Noé se "casaba, comía, bebía, y no hizo caso de la advertencia sobre el Diluvio" (Mateo 24:37-39). Qué decir sobre la gente que salió de Egipto y no tuvo fe en que Jehová los introduciría en la Tierra Prometida, que eran "gente terca", y por ello no entraron en la Tierra Prometida (Éxodo 33:3). ¿Qué hay de los tiempos en los que vivió Elías? ¿Cómo eran los israelitas durante el tiempo en el que Dios le envió como profeta?
Al profeta Elías le tocó vivir en un tiempo en el que la adoración a Dios estaba empantanada por un "nuevo" culto que se introdujo en el país: el culto a Baal. Estamos ubicados en este punto de la historia bíblica, en el siglo X a. C. Reinan Acab y Jezabel en Samaria, en medio de una decadencia moral y espiritual que dominaba en el país. Acab, era un fiel devoto de los becerros de oro que había erigido el rey Jeroboán, en las ciudades de Dan y Betel. Estos becerros tenían sus sacerdotes, sus enseñanzas, y hasta sus fiestas en honor a este "dios", que según enseñaban, era el que les había librado de la esclavitud en Egipto (1 Reyes 12:26-28). Pero ahora, con Jezabel como reina, era tiempo de tener un "nuevo" dios: Baal. Jezabel instituyó con fuerza a Baal como deidad en Israel, a través de profetas y sacerdotes, y acabando con cualquiera que fuera profeta o apoyador de la adoración a Jehová.
¿Qué hizo la gente? ¿Cómo reaccionó? En las Escrituras encontramos básicamente a 3 tipos de israelitas en el tiempo de Elías, de acuerdo a su reacción y actitud frente a este predominio de adoración idolátrica:
1. Los adoradores de Baal
2. Los leales a Jehová
3. Los indecisos
Este primer grupo de israelitas estaba claramente definido. En su mente, corazón y espíritu, Baal era un dios real. Para ellos, su vida giraba en torno a la adoración de los becerros de oro, y ahora, de este Baal. A Baal se le representaba con símbolos fálicos, y como parte de su adoración se hacían diversos rituales, en los que abundaban las orgías desenfrenadas, y el sacrificio de niños.
Al profeta Elías le tocó vivir en un tiempo en el que la adoración a Dios estaba empantanada por un "nuevo" culto que se introdujo en el país: el culto a Baal. Estamos ubicados en este punto de la historia bíblica, en el siglo X a. C. Reinan Acab y Jezabel en Samaria, en medio de una decadencia moral y espiritual que dominaba en el país. Acab, era un fiel devoto de los becerros de oro que había erigido el rey Jeroboán, en las ciudades de Dan y Betel. Estos becerros tenían sus sacerdotes, sus enseñanzas, y hasta sus fiestas en honor a este "dios", que según enseñaban, era el que les había librado de la esclavitud en Egipto (1 Reyes 12:26-28). Pero ahora, con Jezabel como reina, era tiempo de tener un "nuevo" dios: Baal. Jezabel instituyó con fuerza a Baal como deidad en Israel, a través de profetas y sacerdotes, y acabando con cualquiera que fuera profeta o apoyador de la adoración a Jehová.
¿Qué hizo la gente? ¿Cómo reaccionó? En las Escrituras encontramos básicamente a 3 tipos de israelitas en el tiempo de Elías, de acuerdo a su reacción y actitud frente a este predominio de adoración idolátrica:
1. Los adoradores de Baal
2. Los leales a Jehová
3. Los indecisos
1. Los adoradores de Baal
Este primer grupo de israelitas estaba claramente definido. En su mente, corazón y espíritu, Baal era un dios real. Para ellos, su vida giraba en torno a la adoración de los becerros de oro, y ahora, de este Baal. A Baal se le representaba con símbolos fálicos, y como parte de su adoración se hacían diversos rituales, en los que abundaban las orgías desenfrenadas, y el sacrificio de niños.
A Baal se le ofrecían diversas ofrendas, puesto que era Baal, dios de la fertilidad y la lluvia, quien tenía el poder de "bendecir" al país con lluvias, lo que traía prosperidad y abundancia. De hecho, al llegar las tan anheladas lluvias, era a Baal a quien se le daba la gloria y la gratitud por haber hecho llover. Evidentemente, si el que hubieran lluvias, prosperidad y abundancia, dependía de adorar a Baal, era 100% razonable darle gloria y ofrendas a este dios, y eso era lo que Jezabel y 450 profetas y sacerdotes promovían. Por supuesto, tuvieron éxito en posicionar a Baal como un verdadero dios para Israel.
Sello que perteneció a Jezabel, identificado por el Dr. Marjo Korpel, como auténtico. Ejemplo de la exactitud histórica de las Escrituras. |
Para estos israelitas, lo que verdaderamente importaba era que Baal les ayudaría con su vida y su bolsillo. Si era realmente el Dios verdadero o no, o lo que decían los 10 Mandamientos, no importaba. Era más fácil adorar a este dios Baal, que no exige normas de conducta espiritual y moral sólidas, como las expuestas en la Ley de Moisés. Tenían los beneficios de un dios sin tener que rendir cuentas. Era la religión perfecta para ellos: cómoda, sin exigencias, y con sólo beneficios de prosperidad y abundancia, y haciendo lo que te plazca. ¿Qué más se puede pedir?
2. Los leales a Jehová
¿Habían personas leales a Jehová y su adoración? Esto era un incógnita para Elías. Sabía que estaban los adoradores de Baal, y los indecisos, pero, ¿había gente adorando a Jehová?
La respuesta la recibió el profeta Elías en un punto en su obra profética en el que las cosas no andaban bien. Jezabel lo había amenazado de muerte, y de repente, le vemos huyendo, y se refugia en una cueva en el monte Horeb (Sinaí). Elías estaba allí, acurrucado en la cueva. Era de noche. De repente, la presencia de Jehová se manifestó a Elías, allí, por 3 medios: un viento fuerte y poderoso, que desgajó la montaña y partió las rocas, un terremoto y un fuego.
Pero después del fuego se oyó un sonido suave y delicado. Al escucharlo, Elías se cubrió la cara con su capa, y salió de la cueva (por fin), y se quedó a la entrada de la cueva. En esto llegó a él un sonido, suave, sereno, como el susurro de una brisa apacible, y una voz le dijo: "¿Qué haces aquí, Elías?"
Él dijo:
-He sentido un vivo celo por Jehová, Dios de los ejércitos, porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Solo yo he quedado y me buscan para quitarme la vida.
Elías estaba genuinamente deprimido, triste. Parecía que era el único que estaba luchando, solo, contra la corriente. Su tristeza era una tristeza porque era celoso, celoso por Dios y Su adoración. ¿Cómo no sentirse abatido, si el único que está luchando a favor de la adoración a Jehová, ahora es amenazado de muerte por Jezabel?
La voz de Dios, le dijo claramente:
"Anda, regresa por donde viniste al desierto de Damasco. Ve y consagra a Hazael como rey de Siria, y a Jehú, nieto de Nimsí, como rey de Israel, a Eliseo, hijo de Safat, del pueblo de Abel-meholá, conságralo como profeta en lugar tuyo.
De esta manera, a quien escape de la espada de Hazael, lo matará Jehú, y a quien escape de la espada de Jehú, lo matará Eliseo.
No obstante, yo dejaré en Israel siete mil personas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado".
¡Había esperanza! Sí, 7.000 israelitas, hombres y mujeres leales a Jehová, no habían sucumbido a la insidiosa adoración a Baal fomentada por Jezabel. No se habían arrodillado ante este dios falso, ni le habían besado, en un ademán de veneración o reconocimiento. Estos 7.000 israelitas estaban definidos en una sola cosa: Jehová era el único Dios verdadero, el único que podía hacer llover, o decretar la sequía que por 3 años y medio estaba azotando al país. Estos 7.000 sabían que era la idolatría y falta de fe del pueblo para con Dios lo que alejó Su bendición y favor, puesto que es Dios quien "hace llover, y da semilla al sembrador y pan al que come" (Isaías 55:10).
¿Cómo comieron o bebieron estos 7.000 en los tiempos de 3 años y medio de sequía? Fue gracias a la providencia divina, fue Jehová quien se encargó de socorrerles, de modo que no les faltara nada, así como Dios por medio de Elías multiplicó harina y aceite, Dios sostuvo a los suyos. Estos 7.000 no los conocía Elías por nombre, no sabía quiénes eran, pero Dios, el que conoce y cuenta hasta nuestros cabellos, sí sabía quienes era leales a Él, y tenían claro quién era su Dios. Fortalecido con esta buena noticia, Elías se fue de la cueva a seguir con su labor profética.
3. Los indecisos
Este tercer grupo de israelitas es señalado por Elías, en la famosa confrontación con los 450 profetas de Baal y 400 profetas de un poste sagrado en el Monte Carmelo.
Elías había pedido al rey Acab que convocara al pueblo en el Monte Carmelo. A ellos, y a todos los profetas de Baal y el poste sagrado. En pocas palabras: eran Baal y Jehová, frente a frente, con sus respectivos profetas de por medio. Sólo que eran 850 en total los profetas a favor de la adoración idolátrica, y uno solo, a favor de Jehová: Elías.
Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo:
-¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si Jehová es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!.
-¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si Jehová es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!.
Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio.
Y Elías continuó diciendo:
-Yo soy el único profeta de Jehová que ha quedado con vida, en tanto que de Baal hay cuatrocientos cincuenta profetas. Pues bien, que se nos den dos becerros, y que ellos escojan uno, y lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, pero que no le prendan fuego. Yo, por mi parte, prepararé el otro becerro y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego. Luego ustedes invocarán a sus dioses, y yo invocaré a Jehová ¡y el dios que responda enviando fuego, ese es el Dios verdadero!
-¡Buena propuesta! --respondió todo el pueblo.
-Yo soy el único profeta de Jehová que ha quedado con vida, en tanto que de Baal hay cuatrocientos cincuenta profetas. Pues bien, que se nos den dos becerros, y que ellos escojan uno, y lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, pero que no le prendan fuego. Yo, por mi parte, prepararé el otro becerro y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego. Luego ustedes invocarán a sus dioses, y yo invocaré a Jehová ¡y el dios que responda enviando fuego, ese es el Dios verdadero!
-¡Buena propuesta! --respondió todo el pueblo.
Elías se dirige al pueblo con una pregunta:
¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones?
¿Qué significa esto de que los israelitas estaban "titubeando" entre 2 opiniones?
La idea que transmiten estas palabras de Elías, es que los israelitas estaban en un "doble juego", vacilando entre 2 pensamientos u opiniones. En pocas palabras: no eran ni una cosa ni la otra. Está claro que Elías no hablaba aquí a los israelitas ya definidos en adorar a Baal o a los 7.000 leales a Jehová. Hablaba a los indecisos, los que no tenían claridad sobre a qué Dios seguir. Y su indecisión les estaba costando su propia vida, su grave situación económica, en líneas generales, no podían tener garantía ni de éxito en su vida ni de recibir las bendiciones de Dios. ¿Por qué? Por su indecisión.
En términos de adoración a Dios, es importante definirse. Y más aún, en tiempos en los que se requiere de la respuesta de las personas. Los tiempos de Elías nos recuerdan estos tiempos en los que vivimos. Muchas personas dicen "bueno, es verdad que está pasando cosas 'extrañas' en el mundo, 'parece' que estamos en tiempos señalados por las profecías de las Escrituras'. Las noticias muestran una situación mundial que encaja en las profecías'". ¿Y? ¿Basta con eso?
Si nosotros tuviéramos la absoluta certeza, al 500% de que estamos viviendo en una especie de "recta final" desde el punto de vista profético, ¿qué estaríamos haciendo en este momento? ¿qué decisiones estaríamos tomando? ¿hacia qué asuntos nos enfocaríamos?
En tiempos de Elías, había 3 tipos de personas: los pro-Baal, los leales a Jehová, y los indecisos. La exhortación del profeta Elías era simple: mirar a Jehová como el Dios verdadero y seguirle. Una exhortación válida hoy día, no porque se esté "acabando" el mundo, o por temor, sino por amor, porque amar a Jehová, el Padre, es lo correcto, lo más beneficioso y la mejor decisión que podemos tomar. La oración, la meditación, y la reflexión profunda sobre los tiempos que estamos viviendo, nos impulsarán a poner a Dios en primer lugar, y a confiar en Él, en Su guía y bendición. Esa es la mejor elección que podemos tomar ahora en nuestra vida.