Dejar la pasividad espiritual
Los 12 apóstoles estaban entusiasmados. Jesús les envió a llevar el mensaje sobre el Reino de Dios, y cuando regresaron a donde Él estaba, le contaron cómo habían logrado ayudar a la gente a captar la esencia de la enseñanza de Jesús. Sí, estaban muy contentos porque ellos solos, sin la presencia de Jesús, habían logrado sacar adelante el encargo del Señor. Jesús entonces decidió ir con ellos a Betsaida, para descansar un poco, pero no pudieron. La gente se enteró de que estaban allí, y fueron a seguirlos.
Jesús les recibe, y comienza a enseñar sobre el Reino de Dios, y a sanar a los enfermos.Todo el día, enseñando y sanando, así transcurrió la jornada. Pero comienza a atardecer, y están lejos de cualquier ciudad. Los discípulos, que están entre la gente, unos 5.000 hombres, muchos de ellos con sus familias, se dan cuenta de que ya es hora de despachar a la gente, que vaya a las aldeas cercanas para que coman, y encuentren dónde dormir. En ese lugar, no había nada para comer.
Jesús les dice:
-Denles ustedes de comer.
-Pero lo único que tenemos son 5 panes y 2 pescados. ¿O esperas que vayamos y compremos suficiente comida para toda esta gente?
Parece que la situación ha dado un giro inesperado, porque el problema de qué comerán las personas (las más de 5.000 si contamos las mujeres, niños y niñas), ahora es el problema de los 12 apóstoles. Ellos le dicen a Jesús que hay un problema, y Jesús les dice a ellos que sean ellos mismos quienes resuelvan el problema de la comida.
Los discípulos tuvieron iniciativa, la iniciativa correcta. Ellos eran personas que vieron la situación con claridad, (la hora del día, la lejanía de donde estaban, y el hecho de que ya la gente tenía hambre) y plantearon a Jesús lo que estaba pasando. En pocas palabras: vieron que había una necesidad, y ellos hicieron lo posible por buscar una solución. No eran de las personas que ven una necesidad, o un problema, y están allí, viendo la situación, pudiendo hacer algo para ayudar. Tuvieron la visión de ver que había un problema, y buscaron la manera de solucionarlo. Por eso fueron a hablar a Jesús.
Cuántas personas hoy día reconocen o disciernen que tienen un problema o una necesidad. Puede ser que sientan que les falta fe, o que su relación de pareja no marcha bien, o que su situación económica no es próspera. ¿Qué hacer? Es un buen paso reconocer el problema, y buscar una solución. Así, como lo hicieron los apóstoles.
Tener iniciativa está bien, así como razonar, pero todo en su momento. La lógica les decía a los apóstoles que lo mejor era despedir a la gente porque aunque quisieran, no podían darles de comer. Sin embargo, las circunstancias demandaban otra actitud. Recordemos que ellos eran testigos del poder de Jesús, incluso regresaban de experimentar la provisión divina y su fe debió motivarlos a decirle: “ya que les hablaste del Reino y les demostraste cómo funciona, y su poder, continúa con los prodigios y démosle de comer a todos, ¿qué quieres que hagamos?”. ¡Esa era la actitud correcta!
Para Jesús era importante que la gente se quedara y comieran, porque deseaba demostrarles lo que significa que cuando uno busca primeramente el Reino de Dios y su justicia, las cosas vienen por añadidura. Así sucedió con Israel cuando estaban en el desierto y fueron testigos del pan que cayó del cielo. Al reconocer que tenemos una necesidad, por ejemplo, encontrar trabajo, es la iniciativa correcta dejar las hojas de vida, o currículum vitae en todas partes, y dar recomendaciones. Sin embargo, nada sucede. ¿Qué nos dice la razón? Que ya lo hemos hecho todo, pero falta activar la fe, enlazarla con la esperanza de que Dios actuará, y esperar a que suceda.
Los apóstoles dijeron a Jesús que lo único que ellos tenían era 5 panes y 2 pescados. La lógica dice que 5 panes y 2 pescados son algo así como 2 sandwiches para que coma una persona. Era lo único que ellos tenían en sus manos.
Jesús espera lo mismo hoy, Él espera que le demuestres tu fe y actúes por la necesidad de alguien más porque eres capaz de generar la bendición de otras personas. Tu familia, por ejemplo, depende totalmente de tu fe. No de la fe de ellos, sino de la tuya. Y es que cuando hay dificultades o necesidades, se espera a que otra persona haga algo, cuando la situación demanda que sea uno mismo quien actúe. La pasividad espiritual consiste en esa actitud de poca fe, y de "resignación", de "si Dios quiere", o "Dios sabe". El punto no es que Dios quiera ayudar o sepa en qué situación estamos, sino cuán capaz es una persona de actuar en fe, de ser proactiva, de buscar con diligencia la respuesta de Dios.
Dios espera que discernamos el problema o necesidad, y le presentemos lo que tenemos, así como Jesús esperaba que los apóstoles le dijeran: “Tenemos estos 5 panes y 2 pescados, haz algo con ellos, sabemos que es poco pero es suficiente para que actúes”. Dios demanda que expreses tu fe al punto de que pienses como Él y provoques Su obra. Y te usará cuando vea que eres sensible a la necesidad de otros.
Tal como sucedió con aquellos amigos que llegaron al extremo de bajar a su amigo paralítico por el techo para que Jesús lo sanara, buscando Su milagro con insistencia, esa es la actitud de proactiva de fe, de generar resultados. Tu fe provoca el milagro para otros y para ti. Dios caminará contigo cuando vea que beneficias a quienes te rodean.
Conocemos el fin de la historia. Jesús multiplicó los panes y pescados, y alimentó a 5.000 varones, mujeres, niños y niñas. Y, ¿quiénes dieron de comer a la gente? Los mismos apóstoles. Si se actúa con fe y perseverancia, dejando de la lado la pasividad espiritual y siendo proactivos en fe y acción, se generan resultados que alaben a Dios.
Jesús les recibe, y comienza a enseñar sobre el Reino de Dios, y a sanar a los enfermos.Todo el día, enseñando y sanando, así transcurrió la jornada. Pero comienza a atardecer, y están lejos de cualquier ciudad. Los discípulos, que están entre la gente, unos 5.000 hombres, muchos de ellos con sus familias, se dan cuenta de que ya es hora de despachar a la gente, que vaya a las aldeas cercanas para que coman, y encuentren dónde dormir. En ese lugar, no había nada para comer.
Jesús les dice:
-Denles ustedes de comer.
-Pero lo único que tenemos son 5 panes y 2 pescados. ¿O esperas que vayamos y compremos suficiente comida para toda esta gente?
Parece que la situación ha dado un giro inesperado, porque el problema de qué comerán las personas (las más de 5.000 si contamos las mujeres, niños y niñas), ahora es el problema de los 12 apóstoles. Ellos le dicen a Jesús que hay un problema, y Jesús les dice a ellos que sean ellos mismos quienes resuelvan el problema de la comida.
Los discípulos tuvieron iniciativa, la iniciativa correcta. Ellos eran personas que vieron la situación con claridad, (la hora del día, la lejanía de donde estaban, y el hecho de que ya la gente tenía hambre) y plantearon a Jesús lo que estaba pasando. En pocas palabras: vieron que había una necesidad, y ellos hicieron lo posible por buscar una solución. No eran de las personas que ven una necesidad, o un problema, y están allí, viendo la situación, pudiendo hacer algo para ayudar. Tuvieron la visión de ver que había un problema, y buscaron la manera de solucionarlo. Por eso fueron a hablar a Jesús.
Cuántas personas hoy día reconocen o disciernen que tienen un problema o una necesidad. Puede ser que sientan que les falta fe, o que su relación de pareja no marcha bien, o que su situación económica no es próspera. ¿Qué hacer? Es un buen paso reconocer el problema, y buscar una solución. Así, como lo hicieron los apóstoles.
Tener iniciativa está bien, así como razonar, pero todo en su momento. La lógica les decía a los apóstoles que lo mejor era despedir a la gente porque aunque quisieran, no podían darles de comer. Sin embargo, las circunstancias demandaban otra actitud. Recordemos que ellos eran testigos del poder de Jesús, incluso regresaban de experimentar la provisión divina y su fe debió motivarlos a decirle: “ya que les hablaste del Reino y les demostraste cómo funciona, y su poder, continúa con los prodigios y démosle de comer a todos, ¿qué quieres que hagamos?”. ¡Esa era la actitud correcta!
Para Jesús era importante que la gente se quedara y comieran, porque deseaba demostrarles lo que significa que cuando uno busca primeramente el Reino de Dios y su justicia, las cosas vienen por añadidura. Así sucedió con Israel cuando estaban en el desierto y fueron testigos del pan que cayó del cielo. Al reconocer que tenemos una necesidad, por ejemplo, encontrar trabajo, es la iniciativa correcta dejar las hojas de vida, o currículum vitae en todas partes, y dar recomendaciones. Sin embargo, nada sucede. ¿Qué nos dice la razón? Que ya lo hemos hecho todo, pero falta activar la fe, enlazarla con la esperanza de que Dios actuará, y esperar a que suceda.
Los apóstoles dijeron a Jesús que lo único que ellos tenían era 5 panes y 2 pescados. La lógica dice que 5 panes y 2 pescados son algo así como 2 sandwiches para que coma una persona. Era lo único que ellos tenían en sus manos.
Jesús sabía que eso era lo único que ellos tenían. ¿Qué quería entonces Él que hicieran los discípulos con tan poco? Que activaran su fe. Que tuviera una fe activa, como la que tuvieron los hombres que querían que el paralítico se sanara, lo llevaron a Jesús, y Él estaba en una casa, sin posibilidad de estar frente a Él. ¿Qué hicieron, se quedaron allí, esperando a que Jesús se desocupara y saliera de la casa? ¿Qué hacen? ¿Se rinden? No. Buscan la forma
de subir la camilla al tejado de la casa. Se arriesgan, se esfuerzan de
nuevo. Cuando ya están encima del tejado. ¿Qué hacen? Antes, los
tejados de las casas eran planos, hechos de barro con paja; así que
abren un agujero suficientemente grande para que entre la camilla de su
amigo paralítico. ¿Y ahora? No pueden lanzar a su amigo por el
agujero, tienen que ingeniárselas para bajarlo de alguna forma. Quizás
con unas sogas atadas a las puntas de la camilla, si cada uno sujeta un
extremo de la soga podrán ir bajándolo poco a poco hasta dejarlo en el
suelo de la casa donde está Jesús. ¡Lo consiguen! y dice la Biblia que
lo colocan justo delante de Jesús: "y le pusieron en medio, delante de
Jesús".
Jesús vio la fe de estos hombres y entonces actuó con poder.
¿Qué hizo? Lo curó. Una actitud así era la que Jesús demandaba de Sus discípulos. El problema de los apóstoles no eran los 5 panes y los 2 pescados, era su actitud de fe. Jesús no esperaba que multiplicaran los panes y los peces, sino que hicieran crecer su fe
Jesús espera lo mismo hoy, Él espera que le demuestres tu fe y actúes por la necesidad de alguien más porque eres capaz de generar la bendición de otras personas. Tu familia, por ejemplo, depende totalmente de tu fe. No de la fe de ellos, sino de la tuya. Y es que cuando hay dificultades o necesidades, se espera a que otra persona haga algo, cuando la situación demanda que sea uno mismo quien actúe. La pasividad espiritual consiste en esa actitud de poca fe, y de "resignación", de "si Dios quiere", o "Dios sabe". El punto no es que Dios quiera ayudar o sepa en qué situación estamos, sino cuán capaz es una persona de actuar en fe, de ser proactiva, de buscar con diligencia la respuesta de Dios.
Dios espera que discernamos el problema o necesidad, y le presentemos lo que tenemos, así como Jesús esperaba que los apóstoles le dijeran: “Tenemos estos 5 panes y 2 pescados, haz algo con ellos, sabemos que es poco pero es suficiente para que actúes”. Dios demanda que expreses tu fe al punto de que pienses como Él y provoques Su obra. Y te usará cuando vea que eres sensible a la necesidad de otros.
Tal como sucedió con aquellos amigos que llegaron al extremo de bajar a su amigo paralítico por el techo para que Jesús lo sanara, buscando Su milagro con insistencia, esa es la actitud de proactiva de fe, de generar resultados. Tu fe provoca el milagro para otros y para ti. Dios caminará contigo cuando vea que beneficias a quienes te rodean.
Conocemos el fin de la historia. Jesús multiplicó los panes y pescados, y alimentó a 5.000 varones, mujeres, niños y niñas. Y, ¿quiénes dieron de comer a la gente? Los mismos apóstoles. Si se actúa con fe y perseverancia, dejando de la lado la pasividad espiritual y siendo proactivos en fe y acción, se generan resultados que alaben a Dios.