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Daniel: de la intriga a la salvación

¿Has visto a alguien diligente en su trabajo?

Se codeará con reyes, y nunca será un Don Nadie.

Proverbios 22:29
Nueva Versión Internacional (NVI)

Daniel, además de ser un profeta de Dios, era un extraordinario trabajador. Era, como lo indica el proverbio ya citado, un hombre diligente en su trabajo.

Desde muy joven fue educado para ser un hombre de Estado. Tras ser deportado siendo un adolescente a Babilonia, Nabucodonosor encargó a un oficial de su corte, que le llevara a algunos de los hijos de Israel y de la prole real y de los nobles, niños en los cuales no hubiera ningún defecto, sino que fueran de buena apariencia y tuvieran perspicacia en toda sabiduría y estuvieran familiarizados con el conocimiento, y tuvieran discernimiento de lo que se sabe, en los cuales también hubiera facultad de estar de pie en el palacio del rey, se y les enseñara la escritura y la lengua de los caldeos.   

Después de pasar por un riguroso programa de entrenamiento y educación que duró 3 años, Daniel pudo estar delante del rey Nabucodonosor, el gobernante más poderoso del mundo en aquel entonces. ¿Qué impresión se llevó Nabucodonosor de Daniel, y de sus 3 amigos judíos, Sadrac, Mesac y Abednego? El rey empezó a hablar con ellos, y de todos ellos no se halló a nadie como Daniel y sus 3 amigos. Estaban de pie delante del rey. Eran capaces de sostener una conversación de asuntos importantes con el rey, y de tener el valor y carácter necesarios para ser parte del grupo de consejeros de Nabucodonosor.

Daniel se mantuvo como hombre de Estado, y miembro de la corte real de Babilonia. Fue el gobernante sobre todo el distrito jurisdiccional de Babilonia y el prefecto principal sobre todos los sabios de Babilonia.

Pero el 5/6 de octubre de 539 a. C., las cosas cambiaron en Babilonia. La profecía de Jehová se cumplió: Babilonia cayó en una sola noche ante los medos y los persas, liderados por Ciro, rey de Persia. (Isaías 44:26-45:7). Daniel no era un jovencito. Rondaba los 90 años de edad. ¿Qué sería de él?

El rey Darío el medo, recién tomaba posesión del gobierno en Babilonia. Era una transición, de una potencia mundial a otra. También, de una cultura y estilo de gobierno diferente a otro. Para que las cosas funcionaran bien, le pareció bueno a Darío, y colocó sobre el reino a ciento veinte sátrapas, quienes habían de estar sobre todo el reino. Y sobre ellos puso a tres altos funcionarios, de los cuales Daniel fue uno, para que estos sátrapas continuamente les dieran el informe y el rey mismo no saliera perdiendo.

Y Daniel fue distinguiéndose constantemente sobre los altos funcionarios y los sátrapas. Era un hombre hábil, diligente, proactivo, con liderazgo en su labor, a pesar de su edad. Tenía un “espíritu extraordinario”, que le hacía destacar entre los demás. El rey Darío lo notó, y por ello tenía la intención de elevarlo sobre todo el reino.

¿Cuánto poder tenía Daniel? Pensemos en lo siguiente: un sátrapa gobernaba un gran distrito o una subdivisión más pequeña del imperio medopersa. El sátrapa recaudaba impuestos y enviaba tributos a la corte real. En su provincia se le consideraba un rey vasallo, con plenos poderes.

Y estos sátrapas eran supervisados por… uno de los 3 altos funcionarios, siendo Daniel uno de ellos.

El relato bíblico nos muestra cómo veían los otros 2 altos funcionarios, y los 120 sátrapas la labor de Daniel:

Los administradores y los sátrapas constantemente buscaban hallar algún pretexto para acusar a Daniel de malos manejos en los negocios del reino. Pero no encontraron nada de qué acusarlo, porque, lejos de ser corrupto o negligente, él era digno de confianza. Por eso dijeron estos hombres: “Nunca hallaremos nada de qué acusar a Daniel, a no ser que sea algo relacionado con la ley de su Dios”.

Daniel 6:4, 5

No era corrupto. Ni negligente. Era extraordinariamente capaz, hábil, y honesto. Ese era Daniel.

El punto clave de este relato es el por qué estos hombres buscaban hallar algo de qué acusar a Daniel. Daniel estaba en medio de un círculo de poder. Poder y dinero. Y donde hay ambos, hay envidias, rivalidades, codicia, hipocresía, orgullos. La esfera de actividad política y económica, están muy ligadas la una a la otra. Obviamente, cualquier escenario en el que hay de por medio el dinero y el poder, abundan las intrigas.

¿Qué es la intriga?

*     Es una acción que se ejecuta con astucia y ocultamente para conseguir un fin.
*     Enredo, embrollo.
*     Acción o plan, generalmente malintencionado, preparado en secreto y con astucia para conseguir un fin.
*     Maquinación, trama.

De eso fue víctima Daniel. De una intriga. Daniel suscitaba envidia entre los otros administradores. Estos veían en la eficacia del trabajo de Daniel, en su honestidad, una amenaza para sus puestos. ¿Tenían negocios turbios los administradores con los sátrapas? El relato bíblico no lo dice explícitamente, pero es de suponer que sí. Su deseo de buscar algo malo para acusar a Daniel de negligencia y corrupción, no se debía por un deseo de ser leales al rey Darío, o de que se hiciera bien la labor administrativa. Lo que buscaban era quitar al incómodo Daniel del medio.

La envidia, el tramar lo malo para perjudicar a otra persona, son parte de lo que Santiago llamó como la sabiduría carnal, o de este mundo:

Si alguno de ustedes es sabio y entendido, demuéstrelo haciendo el bien y portándose con humildad.14 Pero si ustedes lo hacen todo por envidia y celos, vivirán tristes y amargados; no tendrán nada de qué sentirse orgullosos, y faltarán a la verdad.15 Porque esa sabiduría no viene de Dios, sino que es de este mundo y del demonio,16 y produce celos, peleas, problemas y todo tipo de maldad.

Santiago 3:13-16

La envidia, los celos, la rivalidad, son características que forman parte de la naturaleza humana. ¿Le hace bien a alguien ser envidioso, vivir resentido o en rivalidad? No.

La envidia que generó Daniel por su habilidad y honradez como hombre de Estado suscitó una intriga. Conocemos la historia. Estos hombres indujeron al rey Darío a firmar un decreto por el que durante 30 días no orar a ningún “dios”, excepto orar a Darío. Parece ser que desde tiempos antiguos se consideraba divinos a los reyes de Mesopotamia y se les rendía culto. Es decir, era una petición absolutamente normal en la mente de un rey medopersa de aquella época.

Si leemos directamente del relato bíblico el cómo estos hombres plantearon al rey el asunto, veremos con claridad la astucia de aquellos personajes:  

-¡Rey Darío, para siempre vive!

Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real, y lo confirmes, ordenando que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, rey, sea echado al foso de los leones. Ahora, pues, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada.

Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición.
Daniel 6:6-9
Estos hombres parecían tener un solo interés: el bienestar y la buena fama del rey. Le dijeron que “viviera para siempre”. Usaron la lisonja, la adulación, para que el rey “cayera” en la trama. Y el rey cayó.

La intriga ya estaba en proceso.

Daniel: salvado por Dios

Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa; abiertas las ventanas de su habitación que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, oraba y daba gracias delante de su Dios como solía hacerlo antes.

¿Cambió Daniel su proceder de oración a Jehová? En lo absoluto. ¿Por qué hacerlo?

Daniel siempre había sido un hombre de oración. En su casa había un lugar destinado a orar. De rodillas, con sinceridad, siempre se acercaba a Dios. Miraba hacia Jerusalén. Cierto, allí no había Templo, ni Arca del Pacto que simbolizara la Presencia de Dios. Pero tenía fe en que ese lugar sería reedificado.
Se juntaron aquellos hombres, los que urdieron la intriga, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios. Lo llevaron preso. Por orar a Dios. El rey, al enterarse del asunto, trató de librar a Daniel del foso de los leones. ¿Se dio cuenta de que fue usado, manipulado, por unos hombres llenos de envidia e hipocresía? Seguramente, pero nada podía hacer.

¿Qué sería de Daniel?

El rey, el hombre más poderoso de aquel mundo antiguo, se limitó a decir:

-El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, Él te libre.

Con una enorme piedra cerraron la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se cambiara. Luego el rey se fue a su palacio, no comió ni durmió. Al día siguiente, muy de mañana, fue apresuradamente al foso de los leones. Acercándose al foso, llamó a gritos a Daniel con voz triste, y le dijo:

-Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones?

Una voz le respondió. Era Daniel.

¿Cómo era posible algo así?

-¡Rey, vive para siempre! Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones para que no me hicieran daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo.
Se alegró el rey, y mandó sacar a Daniel del foso. Ni un rasguño tenía, a pesar de haber pasado toda la noche entre leones.

Luego ordenó el rey que trajeran a aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueron echados al foso de los leones ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos.

El rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra un edicto real:

-Paz les sea multiplicada.

De parte mía es promulgada esta ordenanza: "Que en todo el dominio de mi reino, todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel.

Porque él es el Dios viviente
y permanece por todos los siglos,
su reino no será jamás destruido
y su dominio perdurará hasta el fin.
  
Él salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones".

Darío dijo de Jehová que Él “salva”. ¿Cómo salvó Dios a Daniel? Envió a un ángel, que cerró las fauces de los leones. Y Daniel fue protegido.

Hoy en día, es probable que vivamos diversas situaciones. Tal vez sea la envidia de otros, los celos, o el resentimiento. No necesariamente uno sea culpable de eso, como el caso de Daniel. ¿Deberíamos vivir en angustias por las intrigas de otros?

Recuerde: Jesús dijo que había que ser “astuto como la serpiente”. Daniel era ese tipo de hombre. Él no ignoraba lo que se tramaba alrededor de él. Pero comprendió que su mejor arma era la oración. ¿Se acuerda que Jesús pidió que uno orara que fuera librado del “mal”? Uno debe protegerse de la envidia y el rencor de otros, y cuidarse de los sentimientos negativos de otras personas. 

“El ángel de Jehová acampa en derredor y nos libra”, escribió David en el Salmo 34:7. Dios también usa a sus santos ángeles para protegernos. Necesitamos estar alertas ante toda situación, ser intuitivos. “El sagaz ve la calamidad y se oculta”, declara un proverbio bíblico. El punto es: que Dios nos salva y protege, pero la oración constante, sincera, en espíritu, atrae el favor y la protección de Jehová hacia uno. 
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