La religión, pesada en la balanza
Jesucristo
Esta famosa
frase la expresó Jesucristo, como parte de su famoso Sermón del Monte. Jesús
hizo referencia a un hecho común y corriente en su tiempo, para ilustrar la
necesidad de cuidarse de juzgar a otros: la medición, o el medir, usando una
vara. En la Ley de Moisés, Jehová estableció la norma que debían llevar los
israelitas al medir:
No deben cometer
injusticia al juzgar, al medir, al pesar ni al medir
líquidos. Debe suceder que tengan balanzas
exactas, pesas exactas, un efá exacto y un hin exacto. Yo soy Jehová su
Dios, quien los sacó de la tierra de Egipto.
Levítico 19:35-36
En la vida
cotidiana, al comprar aceite, o vino, o trigo, ¿cómo saber que la gente se
estaba llevando a casa la cantidad exacta por la que había pagado? Para ello se
instruyó que debían existir medidas exactas, de manera tal que todo el mundo
comerciara, comprando o vendiendo, sobre un standard de medida que fuera igual
para todos.
Notemos que
Jesús compara el juzgar a una persona con la medida que se usaba al medir algo.
¿Por qué? Porque el juicio y la medida requieren una cosa: una medida de
comparación. Medir es comparar.
Se compara una cosa con una medida. Y se busca igualar eso que estamos midiendo
con la medida que usamos. Por ejemplo, si queremos comprar un kilo (1.000
gramos) de azúcar, y al pesarla, la balanza indica que pesa 929 gramos, ¿qué
hacemos? No pretendemos que la balanza convierta 929 gramos en un kilo.
Buscamos que la cantidad de azúcar sea igual
a un kilo = 1.000 gramos. Es algo que cotidianamente hacemos todos los días, es
parte de nuestra vida.
Así que cuando
Jesús nos previno de tener cuidado al juzgar a otros, por que “con la vara que
mides, serás medido”, indica que existe una regla o medida con la cual podemos
juzgar a otros, y con esa misma vara de medida, se nos juzga a nosotros. Juzgar
y medir son acciones equivalentes en sentido espiritual.
Al Dios juzgarnos, lo
que hace es medir o comparar lo que
somos o hemos hecho con Su Ley. El hombre o mujer ve lo externo. Jehová ve lo
interno. Las acciones se ven, pero, ¿qué hay de los motivos que hay detrás de esas acciones? Dios no sólo
juzga las acciones, más allá de eso, juzga los motivos. Es como si tomara
nuestro corazón y lo “pesara”. Eso lo demuestra la frase “TEKEL”, que aparece
como una de las 4 palabras que escribió el dedo de Dios ante Belsasar aquel día
de octubre de 539 a. C. TEKEL significa, según lo interpretó Daniel:
TEkEL:
has sido pesado en la balanza y has
sido hallado deficiente.
Daniel
5:27
Dios “pesó” en
una balanza a Belsasar, y este fue hallado deficiente, lo que significa que lo
que él debió ser como hombre y gobernante, no satisfizo las Leyes de Dios.
Quizás para los ojos de otros, Belsasar sería un “buen” rey, pero ante Dios, al
ser comparado con Su Ley perfecta, era alguien que merecía juicio adverso.
Jesús mismo
demostró que la “vara” que Dios usa para juzgar es perfecta, distinta a lo que
hacen los seres humanos. Los fariseos y líderes religiosos de Su tiempo, eran
hombres “piadosos”, pero Jesús los llamó hipócritas. La palabra griega que se
traduce “hipócrita” se refiere a “un actor teatral”. Los actores griegos y
romanos llevaban grandes máscaras en
escena. Por ello, la palabra griega para “hipócrita” señala a un farsante cuya
conducta era sólo teatro, una actuación. Los fariseos engañaban a los hombres y
muejres ante los que se exhibían como ejemplos de piedad… no a Dios. Por cierto
que los fariseos afirmaban ser siervos de Dios, pero no discernieron el
significado de los tiempos en que vivían, ni de los acontecimientos que estaban
ocurriendo, aunque sabían interpretar la apariencia de la tierra y del cielo, a
fin de determinar las condiciones meteorológicas.
La medida de Dios: a la manera del Cielo
¿Cómo mide Jehová? Dios mide o compara, y
lo hace con estándares que son muy diferentes a los humanos. La adoración a Dios puede ser a la manera humana o divina. La adoración a
Dios debe ser a la manera de Dios, y no a la manera del hombre.
¿Cómo medimos los humanos
la adoración a Dios?
En base a lo externo, a las
obras, a la apariencia de piedad. En ese aspecto, las religiones son expertas,
pues miden el éxito de su accionar en base al número de adeptos o seguidores, a
la cantidad de lugares de reunión religioso, cantidad de misioneros, estadios
llenos, publicaciones… números, estadísticas y edificios son la “garantía” de
que se está haciendo la voluntad de Dios.
¿Cómo mide Dios la adoración que
se le da? Jesús enseñó que al Padre se le adora en espíritu y verdad. ¿No se
supone que las religiones equivalen a adorar a Dios de la forma que enseñó
Jesús?
Hay que reconocer que existe un
abismo de diferencia entre la prístina, sencilla,
vigorosa y profunda enseñanza del Maestro Jesús, que nos marcó el Camino de
acercarse a Dios, que nos mostró cómo debe vivirse en la Tierra, cómo amar a
Dios, y al prójimo como se ama uno mismo, y
las religiones.
Las religiones, e instituciones
creadas como medios para acercar a Dios a la humanidad, se distanciaron del
origen. Son creaciones de los estudiosos, los que interpretaron lo que Jesús y
la Biblia muestra, y adaptaron las enseñanzas a los tiempos que estaban
viviendo, combinadas con filosofía, teología y pensadores, que conformaron un
sistema de vida, y de pensamiento, construyendo una fe. Fe en la religión, no
en Dios. Las organizaciones religiosas han sido expertas en “adaptar” pasajes
bíblicos, creando reglas de conducta.
Y las reglas de conducta de la
“Iglesia”, se convirtieron en normas de conducta de mayor autoridad que lo que
sencillamente declaraba la Biblia. Por ejemplo, Hechos 15:28, 29 habla de
“abstenerse de sangre”. Entonces, teniendo este texto de la Biblia como base,
se ha justificado la negativa a transfusiones de sangre, por parte de una
confesión religiosa. El punto es que, según esa confesión religiosa, son
ilícitas ante Dios las porciones de sangre “completa”, como glóbulos rojos,
blancos, plaquetas y plasma. Pero, asumamos que una persona requiera
“fracciones sanguíneas”, que son parte de la sangre, entonces el aceptarlas es
“cuestión de conciencia”.
¿Es eso entendible? Un texto de
la Biblia justifica “evitar” una porción de sangre y ese mismo texto de la
Biblia no prohíbe usar una “fracción sanguínea”. ¿Dónde está allí la coherencia
del espíritu al guiar a una persona a que decida qué hacer? Sencillamente, no
existe. Lo que sí existe es una interpretación de una porción de las
Escrituras, creada al dedillo, y convertida en una “Ley” de Dios.
Entonces, vemos cómo los seres
humanos cuidan "la iglesia de Dios" u “organización de Dios”, y al
mismo tiempo, los hombres y mujeres empezaron a olvidar la "Obra de
Dios" y al Dios de la obra.
Dios no es religión. Es relación.
¿Qué sucede con las personas
descontentas con su religión? Se van de ella, motivados por las injusticias que
vieron dentro de la institución, se apartan, y, algunas veces inspirados por su
corazón, o por su descontento, fundaron nuevas corrientes, nuevas formas de
adorar a Dios y el ciclo volvió a empezar. “Nueva” religión e iglesia con otro
nombre, pero con el mismo espíritu alejado de lo que Jesús enseñó como el
Camino.
Por encima de la institución religiosa,
se encuentra la Humanidad y por encima de ella se encuentra Dios.
Esa es la verdadera medida. La
que posee Dios, y no el hombre, a la hora de juzgar o comparar lo que se ha
hecho con lo que Dios quería que se hiciera.
Quizás quien lea esto forme parte
de los que defienden la iglesia, religión u organización religiosa.
Probablemente piense que este escrito está inspirado por el demonio. Déjame
decirte que hace mucho tiempo, el demonio ya se apoderó de ti. Y es él quien te
impide ver la luz. Es él quien te dice que protegiendo a tu institución religiosa,
proteges al mundo, es él quien te mueve los labios al hablar y te inspira el
temor, que luego difundes en tus discursos a los que tienen el infortunio de
escucharte.
Piense en estas preguntas:
¿De dónde han salido los cientos
de reglamentos (en algunas religiones miles) con que se protege la iglesia?,
¿fueron inspirados por Dios?
¿De dónde han salido las reglas con
que encadenan a los que profesan tus creencias?, ¿de Dios?
¿Explícame cómo la vida sencilla
y de amor que vivió aquél en quien basas toda tu enseñanza, se transformó en la
institución compleja, llena de poder y riqueza, en medio de mafias y traiciones
en la que hoy trabajas?
Observa la vida que llevas:
¿cuánto de tu tiempo lo dedicas a la obra de Dios y cuánto a tu iglesia?
Entonces... ¿a quién sirves: a
Dios o a tu iglesia?
No te engañes. Hace mucho tiempo
que decidiste servir a la iglesia y dejar que tus inquietudes personales las
resolviera el tiempo. Ya dejaste de ser
el novicio que buscaba estar cerca de los seres humanos y servir a Dios a
través del servicio a los demás. La gran pregunta es:
¿SIRVES A DIOS O A TU IGLESIA?
Estas preguntas son pertinentes,
pues el hombre fácilmente pierde la orientación entre lo que es el camino
espiritual y la necesidad de mantener fuerte una institución religiosa.
Uno es el camino que el ser
humano siente en el corazón y que lo lleva a buscar a Dios y otro muy distinto
el que ofrecen las instituciones que han interpretado de manera particular esa
necesidad y han construido un medio para servir a la humanidad.
Es un hecho que las religiones
son más cuestión de oficina y papeleos, que de ocuparse del corazón y el
espíritu de las personas.
Lamentablemente, quienes dictan
las “normas” de la religión, son un consejo religioso, que deciden en el máximo
nivel las acciones que deben emprenderse. Pero dentro de ese órgano máximo es
fácil ver que quienes lo dominan están poseídos por el deseo de poder, de
dominio. Es normal que las almas más sensibles a las irradiaciones del amor de
Dios, aquellos que "saben" la voluntad de Dios y la perciben no son
las almas de carácter ni las que dominan esos Consejos. Es natural que aquél
que detenta el puesto sea la persona de carácter fuerte y firme, que cuida de
que las cosas se lleven según el orden establecido, el problema es que siempre
es "el orden como él lo entiende".
Piense en lo siguiente: ¿cree que
Benedicto XVI es el hombre más espiritual y amante de Dios, y de los hombres y
mujeres del rebaño, y por eso fue nombrado Papa? ¿O fue nombrado Papa de Roma
por ser una figura comprometida con la “institucionalidad” de la Iglesia
Católica?
¿No ha demostrado la evidencia
que los líderes religiosos “nombrados” tienen como su primera preocupación la
institución, luego Dios?
Cuando esos hombres quedan solos,
en el rincón de su habitación, en lo oscuro de la soledad, cuando ya las luces
se apagaron, cuando no queda nadie más que sus pensamientos y su oración a
Dios, ellos se justificarán diciendo que todo lo que hicieron fue necesario por
su iglesia. Que todo lo han hecho por la iglesia que es de Dios. Que si algún
pecado han cometido ha sido por amor a Dios y a su obra... y esperarán... y
esperarán... una señal, algo que les indique que Dios les escuchó... pero sólo
el silencio recibirán como respuesta.
Jesús dijo que por los frutos se reconocerán, a los que dicen ser exponentes de las enseñanzas del Maestro. ¿Ha logrado la religión "cristiana" acercar a la gente a Dios? ¿Ha enseñado valor e identidad a cada hombre y mujer que profesa seguir a Jesús? ¿O más bien, se ha usado el nombre de Cristo como salvoconducto para manipular y enajenar la capacidad de pensar de la gente?
El Maestro enseñó un camino, a adorar al Padre con espíritu y con verdad. Eso coloca el acento en el amor, en amar al Padre y al prójimo "como a uno mismo". Una cosa es ser oveja de Cristo, y otra muy distinta es ser el borrego servil de una organización religiosa.
Las iglesias están en crisis, las
grandes organizaciones religiosas están en crisis porque el tiempo ha llegado
en que la humanidad despierte. Despierte de esa fantasía llamada "religión" que ha hecho creer a la gente de que para acercarse a Jehová hay que hacerlo por intermedio de la religión, convirtiendo este concepto en una estructura mental que ha dominado a la Humanidad por milenios. El templo de Dios está dentro del hombre
y la mujer que adore a Jehová con espíritu y con verdad, que asuma su
responsabilidad de auto-conocerse y descubrirse como hijo e hija del Padre, sin
temores ni limitaciones, sino con el vínculo más poderoso del Universo: el
amor.