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Rehacer la mente



Si nos fijamos en el verbo rehacer, es una combinación de 2 partes:

El prefijo “re” + el verbo “hacer

El prefijo “re” significa volver a realizar una acción. Y el verbo “hacer” nos indica que la acción es la de hacer. El verbo rehacer significa que hay que volver a hacer algo. ¿Qué cosa? La mente.

Esta frase de “rehacer la mente”, uno podría imaginarse que aparece como parte del contenido de una charla de autoayuda, en un manual de psicología, o como un tip para mejorar la propia vida. Lo cierto es que la primera vez que aparece esa frase es en las Escrituras, en la carta a los Romanos 12:2. Si lo leemos, dice así:

Por ello, les ruego por las compasiones de Dios, hermanos, que presenten sus cuerpos como si fuera un sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con sus facultades mentales de raciocinio.
Y dejen ya de amoldarse a este mundo. Más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos la buena, acepta y perfecta voluntad de Dios.
Romanos 12:1, 2

Si recordamos cómo era el espectro cultural del Siglo I, podemos entender mejor el significado de esta frase. Imperaba en aquel mundo del Siglo I la ideología proveniente de la filosofía y cultura grecorromana. Es decir, que los grandes filósofos griegos como Aristóteles, Platón, Sócrates, Pitágoras, Demóstenes, entre otros, habían generado con el transcurso del tiempo, el espectro ideológico que gobernaba las mentes de muchas personas en aquel tiempo.



La filosofía griega buscaba, entre otras cosas, dar respuestas a las preguntas existenciales del hombre y la mujer: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?

Además, procuraba brindar una visión unificada del Universo, y conocimiento sobre Dios, el mundo y la Humanidad, por medio del empleo sistemático de la razón humana.

En pocas palabras: si alguna persona en el Siglo I, deseaba buscar conocimiento, debía dirigirse a los centros de estudio en los que se impartían enseñanzas basadas en lo que los grandes filósofos griegos y pensadores romanos habían logrado estructurar como la “Verdad”, gracias al uso de su intelecto y la razón.

Esto quiere decir que las mentes del Siglo I, tenían conceptos mentales, estructuras de pensamiento y “verdades” definidas en base a la Filosofía, y otras fuentes, como las enseñanzas religiosas.

Así que el apóstol Pablo, consciente de ese hecho, escribió a los romanos sobre la necesidad de TRANSFORMARSE, de convertirse en hombres y mujeres guiados por el espíritu de Dios, con verdaderos cambios en su interior. ¿Cómo generar ese cambio? “Rehaciendo la mente”, les escribió. 

¿Qué tan diferente es nuestro caso, de lo que vivían en el Siglo I? Hoy día, en pleno Siglo XXI, vivimos en una era de Globalización, de Información instantánea, de redes sociales, en la que hemos visto con nuestros ojos cómo en cuestión de minutos, un grupo de personas comienza a gestar grandes cambios en una sociedad, como hemos podido ver en Egipto en estos días. Sin embargo, hay que reconocer que los esquemas mentales y las estructuras de pensamiento con las que hemos moldeado nuestra mente, están más cerca de la Filosofía y el libre pensamiento.

Por ejemplo, vivimos en medio de muchas personas que son, o pragmáticas, escépticas, positivistas o existencialistas. ¿Qué tienen en su mente estas personas? Vea el siguiente cuadro que muestra las creencias de ellas:



PRAGMATISMO

En el pragmatismo, la verdad no tiene valor intrínseco. Lo que importa de una doctrina o creencia, son los efectos prácticos sobre los intereses humanos. ¿Es verdad o no? No importa, lo que cuenta es que tenga resultados.


ESCEPTICISMO

Para el escéptico, es imposible conocer la verdad sobre la existencia o la Naturaleza por medio de la observación y la razón.


POSITIVISMO

En el positivismo, es inadmisible e imposible verificar cualquier idea de naturaleza religiosa o espiritual. En cambio, plantea la integración de las ciencias positivas como el gran objetivo de la Filosofía.


EXISTENCIALISMO  

Pesimista. Así es una persona que tenga esta filosofía como norma de vida. Para el existencialista, es la angustia del hombre ante la muerte y la futilidad de la vida la que domina. Como Dios no existe (para el existencialista), el hombre se encuentra desamparado en un Universo indiferente a cada ser humano.


Al leer sobre estas filosofías, comprendemos que no es tan diferente el mundo del Siglo I, al que el apóstol Pablo se dirigió a los romanos y romanas exhortándoles a que “rehicieran su mente”, de nuestro siglo XXI.

Rehacer la mente: qué significa


Si hay una palabra que define a un discípulo de Jesucristo es: TRANSFORMACIÓN. En efecto, alguien que quiera seguir ese camino que marcó Jesús el Cristo, no puede seguir con la misma trayectoria de vida que tenía antes de conocerle. Hay una exhortación implícita a rehacer la mente en estas palabras de Jesús dirigidas a Su Padre en oración:

Esto es lo que significa la vida eterna:

el que sigan adquiriendo conocimiento de ti,

el único Dios verdadero,

y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.

Juan 17:3


Jesús conecta el adquirir conocimiento de Dios y del Enviado de Dios, Jesucristo, con la vida eterna. El conocimiento de Dios y de Jesucristo es la base entonces de ese rehacer de la mente. ¿Por qué? Porque simplemente, no pueden coexistir en nuestra mente, el verdadero conocimiento de Dios, con las creencias e ideas que tengamos basadas en las filosofías y enseñanzas humanas.

Notemos que en el caso de Jesús, ¿a quiénes les hablaba sobre la necesidad de adquirir conocimiento de Él y de Su Padre? A sus apóstoles fieles. Es decir, que el hecho de que fueran apóstoles de Jesucristo, que habían estado día y noche con Él, escuchándole y siguiéndole, no era una especie de “garantía” de que ya ellos lo conocían todo, y no tenían necesidad de transformarse, rehaciendo su mente. Y en el caso de Pablo, él les escribió a hombres y mujeres que ya eran cristianos, no a personas que apenas estuvieran conociendo sobre las enseñanzas de Jesús. Pensar que una persona tenga X cantidad de tiempo siguiendo a Jesucristo, no significa que automáticamente ya “rehízo” su mente.

Rehacer la mente significa entonces, un proceso continuo en el que adquirimos conocimiento verdadero sobre Jehová y Su Enviado, Jesucristo, nos vamos transformando, y vamos probando para nosotros mismos la buena, acepta y perfecta voluntad de Dios en nuestras vidas.
Esto nos lleva al punto de considerar que en estos momentos, son muchas las ideas y argumentos que se manifiestan, y que tratan de moldear nuestra mente. ¿Cómo evitar el caer presa del engaño astuto de quienes buscan hacernos creer lo que ellos quieran?

Un proverbio aconseja:

El tonto lo cree todo. El sagaz considera los asuntos.
Proverbios 14:15

Bueno, nadie quiere pasar por tonto, ¿cierto? El proverbio sencillamente dice que hay que tener cuidado. Considerar los asuntos, pensarlo bien antes de creer lo que a uno le dicen o le muestran.

Rehacer la mente es imposible sin la ayuda del espíritu de Dios. Jesús nos enseñó a orar al Padre, pidiéndole espíritu santo. Pedirlo es vital para poder rehacer la mente, para que sean los pensamientos e ideas de Jehová las que estén en nuestra mente, y no otras, provenientes de la filosofía y las agendas ocultas de los centros de poder del mundo. La lectura de las Escrituras, de aquellas que nos guíe el espíritu, pueden ayudarnos. ¿Podemos rehacer la mente? Sí, si pedimos a Jehová su guía discernidora del espíritu santo, y estamos atentos a seguir esa guía. Participando en ese proceso de rehacer la mente, comenzaremos a ver la evidencia de la bondad de Dios en nuestras vidas.  


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