Agua: líquido vital y símbolo bíblico
Más claro que el agua.
Ahogarse en un vaso de agua.
Nunca digas de este agua no beberé.
Agua que no has de beber, déjala correr.
Estos son algunos refranes populares que tienen una enseñanza o lección, basados en un elemento: el AGUA.
Un refrán es una frase breve, que expresa un dicho o un consejo útil, sobre la vida cotidiana, siendo estos en la mayoría de los casos, una expresión de la sabiduría popular. Y para nosotros no hay nada más cotidiano y necesario para la vida que el agua.
Agua: líquido vital
El agua está presente como parte fundamental de nuestra vida. Los siguientes datos así lo muestran:
El agua es un líquido vital. Lo necesitamos para vivir, para poder cumplir todas las funciones bioquímicas de nuestro organismo, pero no solamente del organismo humano. Todos los seres vivos en este planeta necesitan agua.
¿De dónde sale toda el agua que necesitamos?
Hay cerca 1,4 billones de kilómetros cúbicos de agua en la Tierra, suficiente para cubrir a los Estados Unidos a una profundidad de 160 kilómetros. Además, la atmósfera sostiene cerca de 12.000 kilómetros cúbicos de agua a cualquier hora, mientras los ríos y los lagos de todo el mundo almacenan cerca de 120.000 kilómetros cúbicos. Los dos depósitos principales del mundo de agua fresca son la gran capa de hielo polar, que contiene cerca de 28 millones de kilómetros cúbicos y el subsuelo, que contiene cerca de 8 millones de kilómetros cúbicos.
Cada día cerca de 1.200 kilómetros cúbicos de agua se evaporan del océano, la tierra, las capas de hielo, etcétera. Mientras, una cantidad semejante de lluvia cae en la tierra.
Está claro que en la Tierra hay agua suficiente para sostener la vida de todos los seres vivos, pero la administración ineficaz de los recursos, la contaminación, la inadecuada planificación de la población, ha hecho que grandes cantidades de personas no tengan agua potable disponible.
En el libro del Apocalipsis 14:6, 7, se dice quién provee el agua que hay en este planeta:
Vi entonces a otro ángel que volaba en lo alto del cielo. Llevaba buenas noticias de valor eterno, para la gente de todos los países, razas, idiomas y pueblos.
Agua: símbolo bíblico
El agua es mencionada en la Biblia casi 400 veces. Es usada para simbolizar realidades espirituales y principios que nos ayudan a entender mejor nuestra relación con Dios, el Padre celestial.
Por ejemplo, el agua es símbolo de limpieza emocional y espiritual. Cuando Jesús de Nazaret tomó una palangana, y la llenó con agua, comenzó a lavar los pies de los apóstoles, incluyendo los pies de Judas Iscariote. Impactado por lo que estaba pasando, Simón Pedro le dijo a Jesucristo:
-Señor, ¿me lavas los pies?
Jesús le dijo:
-Lo que estoy haciendo, no lo entiendes ahora, pero lo entenderás después de estas cosas.
Pedro le contestó:
-Señor, tú ciertamente no me lavarás los pies nunca.
Y Jesús dijo:
-A menos que yo te lave, de ninguna manera tendrás participación conmigo.
Pedro pide entonces que le laven las manos y la cabeza, porque él quiere ser parte de aquello que Jesús va a hacer. Y Jesús le dice que el que se ha bañado, no necesita sino lavarse los pies, pero, ellos, los apóstoles, están limpios, pero no todos. Hablaba de Judas Iscariote, a quien Jesús lavó los pies, pero no estaba limpio.
Jesús evidentemente hizo esto para enseñarnos algo. Él es capaz de lavarnos, de limpiarnos, de hacer que los errores y pecados, aunque sean de un rojo intenso, por decirlo así, sean más blancos que la nieve y la lana. ¿Es posible, independientemente del pasado que uno haya tenido, ser completamente limpio ante Dios? Sí, esa es una de las funciones sacerdotales de Jesucristo a favor nuestro. El relato citado arriba sobre el lavar los pies, nos enseña que hombres y mujeres comunes y corrientes, independientemente de la historia de su vida, como los 11 apóstoles leales, pueden ser lavados con la preciosa sangre de Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Ahora bien, recuerde que en el relato, Jesús lava hasta los pies de Judas Iscariote. Una muestra de que el poder purificador y limpiador del sacrificio de Jesús y su sacerdocio, a la manera de Melquisedec, puede abarcar a cualquier persona, pero no cualquiera se beneficia de Él. ¿Por qué? Porque depende de la voluntad y decisión de cada uno.
La fe en Jesucristo y su sacrificio permite que una persona, pueda tener una posición aprobada y bendita de estar de pie ante el trono de Dios y del Cordero. ¿Cómo?
La respuesta nos la da Pedro. Él, junto a los apóstoles, estaba compareciendo ante el poderoso Sanedrín judío. Los acusaban de llenar a Jerusalén con la enseñanza sobre Jesús de Nazaret. ¿Por qué lo hacían? Porque Jehová resucitó a Jesús, y le dio un poder espiritual, descrito en Hechos de los Apóstoles 5:31:
¿Qué es el arrepentimiento?
Es lo que necesita hacer una persona, no importa cuál haya sido su pasado o qué haya hecho, para acercarse a Dios y que Él se acerque a ella.
Hemos tenido un determinado rumbo en la vida, hemos actuado de una cierta forma. Hay un proceder que hemos tenido, pero llega un momento, y ese momento puede ser ahora, en este tiempo, en el que se siente la necesidad de cambiar el rumbo. Pero ese cambio de rumbo es endógeno, de adentro hacia afuera, y comienza en el interior del corazón y del espíritu.
Entonces, surge la necesidad de acercarse a Dios, de conocerle, de pensar en Él, de darle un giro de 180 grados a nuestra vida. Se hace imperativa la necesidad de amar a Dios por sobre todas las cosas, y guiarse por él mediante su espíritu santo. Tu mente debe ser renovada, tus emociones deben ser renovadas, tu espíritu debe ser renovado.
Y ese acercarse al Padre es posible, porque Él lo ha hecho posible, por el sacrificio de Jesucristo. La fe en ese sacrificio, da la seguridad y certeza de que acercarse a Dios es posible, y que esos brazos eternos del Padre nos esperan, cálidos y tiernos para ayudarnos a darle un nuevo comienzo a nuestra vida.
Jehová es la fuente de agua viva. Dios se coloca así mismo como símbolo de agua, y no cualquier agua: agua viva. Los hombres y mujeres solo pueden tener vida, y tenerla en abundancia y plenitud, además de la realización de la promesa de eternidad, gracias a Dios y por medio de su Hijo, Jesucristo, el Agente Principal de la vida. En una ocasión, Jesús le dijo a una mujer samaritana que estaba junto a un pozo, cerca de Sicar, que el agua que Él daría se convertiría en quien la bebiera en ‘una fuente de agua que brotaría para impartir vida eterna’, como lo indica Juan 4:7-15. Es decir, que si bebemos del Padre y del Hijo, bebemos agua viva, y nos convertimos en una fuente de agua que imparte vida.
Una persona que bebe de Dios y de ese manantial divino, al recibir espíritu santo, dijo Jesús que de sus partes más interiores fluirían “corrientes de agua viva”. Así que una persona que se alimenta y llena su mente, su corazón y practica en su vida lo que aprende de Dios, fluyendo en la guía de su santo espíritu, es capaz de ser un manantial de agua viva del cual otras persona pueden beber y nutrirse.
Ahogarse en un vaso de agua.
Nunca digas de este agua no beberé.
Agua que no has de beber, déjala correr.
Estos son algunos refranes populares que tienen una enseñanza o lección, basados en un elemento: el AGUA.
Un refrán es una frase breve, que expresa un dicho o un consejo útil, sobre la vida cotidiana, siendo estos en la mayoría de los casos, una expresión de la sabiduría popular. Y para nosotros no hay nada más cotidiano y necesario para la vida que el agua.
Agua: líquido vital
El agua está presente como parte fundamental de nuestra vida. Los siguientes datos así lo muestran:
- El ser humano utiliza un promedio de 200 litros diarios de agua
- El agua en los seres humanos representa entre un 65% a un 70% del peso corporal y se encuentra en los huesos, la sangre, tejidos musculares y en todos los fluidos del cuerpo humano.
- Los vegetales que consumimos contienen alrededor de un 95% de agua.
- Un árbol en crecimiento está compuesto de un 50% de agua
- El tomate contiene un 95%
- La manzana contiene un 85%
- El melón contiene un 98%
- La papa contiene un 80%
El agua es un líquido vital. Lo necesitamos para vivir, para poder cumplir todas las funciones bioquímicas de nuestro organismo, pero no solamente del organismo humano. Todos los seres vivos en este planeta necesitan agua.
¿De dónde sale toda el agua que necesitamos?
Hay cerca 1,4 billones de kilómetros cúbicos de agua en la Tierra, suficiente para cubrir a los Estados Unidos a una profundidad de 160 kilómetros. Además, la atmósfera sostiene cerca de 12.000 kilómetros cúbicos de agua a cualquier hora, mientras los ríos y los lagos de todo el mundo almacenan cerca de 120.000 kilómetros cúbicos. Los dos depósitos principales del mundo de agua fresca son la gran capa de hielo polar, que contiene cerca de 28 millones de kilómetros cúbicos y el subsuelo, que contiene cerca de 8 millones de kilómetros cúbicos.
Cada día cerca de 1.200 kilómetros cúbicos de agua se evaporan del océano, la tierra, las capas de hielo, etcétera. Mientras, una cantidad semejante de lluvia cae en la tierra.
Está claro que en la Tierra hay agua suficiente para sostener la vida de todos los seres vivos, pero la administración ineficaz de los recursos, la contaminación, la inadecuada planificación de la población, ha hecho que grandes cantidades de personas no tengan agua potable disponible.
En el libro del Apocalipsis 14:6, 7, se dice quién provee el agua que hay en este planeta:
Vi entonces a otro ángel que volaba en lo alto del cielo. Llevaba buenas noticias de valor eterno, para la gente de todos los países, razas, idiomas y pueblos.
Decía con fuerte voz:
"Honren a Dios y alábenlo;
ha llegado el momento
en que él juzgará al mundo.
Adoren al Creador
del cielo y la tierra,
del mar y los manantiales de aguas".
"Honren a Dios y alábenlo;
ha llegado el momento
en que él juzgará al mundo.
Adoren al Creador
del cielo y la tierra,
del mar y los manantiales de aguas".
El agua es mencionada en la Biblia casi 400 veces. Es usada para simbolizar realidades espirituales y principios que nos ayudan a entender mejor nuestra relación con Dios, el Padre celestial.
Por ejemplo, el agua es símbolo de limpieza emocional y espiritual. Cuando Jesús de Nazaret tomó una palangana, y la llenó con agua, comenzó a lavar los pies de los apóstoles, incluyendo los pies de Judas Iscariote. Impactado por lo que estaba pasando, Simón Pedro le dijo a Jesucristo:
-Señor, ¿me lavas los pies?
Jesús le dijo:
-Lo que estoy haciendo, no lo entiendes ahora, pero lo entenderás después de estas cosas.
Pedro le contestó:
-Señor, tú ciertamente no me lavarás los pies nunca.
Y Jesús dijo:
-A menos que yo te lave, de ninguna manera tendrás participación conmigo.
Pedro pide entonces que le laven las manos y la cabeza, porque él quiere ser parte de aquello que Jesús va a hacer. Y Jesús le dice que el que se ha bañado, no necesita sino lavarse los pies, pero, ellos, los apóstoles, están limpios, pero no todos. Hablaba de Judas Iscariote, a quien Jesús lavó los pies, pero no estaba limpio.
Jesús evidentemente hizo esto para enseñarnos algo. Él es capaz de lavarnos, de limpiarnos, de hacer que los errores y pecados, aunque sean de un rojo intenso, por decirlo así, sean más blancos que la nieve y la lana. ¿Es posible, independientemente del pasado que uno haya tenido, ser completamente limpio ante Dios? Sí, esa es una de las funciones sacerdotales de Jesucristo a favor nuestro. El relato citado arriba sobre el lavar los pies, nos enseña que hombres y mujeres comunes y corrientes, independientemente de la historia de su vida, como los 11 apóstoles leales, pueden ser lavados con la preciosa sangre de Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Ahora bien, recuerde que en el relato, Jesús lava hasta los pies de Judas Iscariote. Una muestra de que el poder purificador y limpiador del sacrificio de Jesús y su sacerdocio, a la manera de Melquisedec, puede abarcar a cualquier persona, pero no cualquiera se beneficia de Él. ¿Por qué? Porque depende de la voluntad y decisión de cada uno.
La fe en Jesucristo y su sacrificio permite que una persona, pueda tener una posición aprobada y bendita de estar de pie ante el trono de Dios y del Cordero. ¿Cómo?
La respuesta nos la da Pedro. Él, junto a los apóstoles, estaba compareciendo ante el poderoso Sanedrín judío. Los acusaban de llenar a Jerusalén con la enseñanza sobre Jesús de Nazaret. ¿Por qué lo hacían? Porque Jehová resucitó a Jesús, y le dio un poder espiritual, descrito en Hechos de los Apóstoles 5:31:
Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.
Arrepentimiento y perdón de pecados.
¿Qué es el arrepentimiento?
Es lo que necesita hacer una persona, no importa cuál haya sido su pasado o qué haya hecho, para acercarse a Dios y que Él se acerque a ella.
En el griego original, la palabra arrepentimiento es Metanoia. Significa conversión, es el movimiento interior que surge en toda persona que se encuentra con Cristo.
La METANOIA es = CAMBIAR, RE-FORMAR, TRANSFORMAR.
ES volverse del camino en que andábamos y tomar otra dirección.
Cuando conocemos a Cristo toda nuestra visión cambia, nuestra mente es reformada y nuestra vida transformada.
UNA VIDA NUEVA
Hemos tenido un determinado rumbo en la vida, hemos actuado de una cierta forma. Hay un proceder que hemos tenido, pero llega un momento, y ese momento puede ser ahora, en este tiempo, en el que se siente la necesidad de cambiar el rumbo. Pero ese cambio de rumbo es endógeno, de adentro hacia afuera, y comienza en el interior del corazón y del espíritu.
Entonces, surge la necesidad de acercarse a Dios, de conocerle, de pensar en Él, de darle un giro de 180 grados a nuestra vida. Se hace imperativa la necesidad de amar a Dios por sobre todas las cosas, y guiarse por él mediante su espíritu santo. Tu mente debe ser renovada, tus emociones deben ser renovadas, tu espíritu debe ser renovado.
Y ese acercarse al Padre es posible, porque Él lo ha hecho posible, por el sacrificio de Jesucristo. La fe en ese sacrificio, da la seguridad y certeza de que acercarse a Dios es posible, y que esos brazos eternos del Padre nos esperan, cálidos y tiernos para ayudarnos a darle un nuevo comienzo a nuestra vida.
Jehová: fuente de agua viva
Jehová es la fuente de agua viva. Dios se coloca así mismo como símbolo de agua, y no cualquier agua: agua viva. Los hombres y mujeres solo pueden tener vida, y tenerla en abundancia y plenitud, además de la realización de la promesa de eternidad, gracias a Dios y por medio de su Hijo, Jesucristo, el Agente Principal de la vida. En una ocasión, Jesús le dijo a una mujer samaritana que estaba junto a un pozo, cerca de Sicar, que el agua que Él daría se convertiría en quien la bebiera en ‘una fuente de agua que brotaría para impartir vida eterna’, como lo indica Juan 4:7-15. Es decir, que si bebemos del Padre y del Hijo, bebemos agua viva, y nos convertimos en una fuente de agua que imparte vida.
Una persona que bebe de Dios y de ese manantial divino, al recibir espíritu santo, dijo Jesús que de sus partes más interiores fluirían “corrientes de agua viva”. Así que una persona que se alimenta y llena su mente, su corazón y practica en su vida lo que aprende de Dios, fluyendo en la guía de su santo espíritu, es capaz de ser un manantial de agua viva del cual otras persona pueden beber y nutrirse.