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El poder de la palabra y el espíritu de Dios



Hablando a sus discípulos sobre su enseñanza, Jesús les dijo:
Los dichos que les he hablado son espíritu y son vida.
Juan 6:63
Por esa razón, cuando Jesús hablaba a la gente, esta quedaba impactada, porque lo que escuchaba no eran palabras sin sentido, sino poderosas verdades que tendrían significado en su vida.
¿De dónde aprendió Jesús esos dichos que eran espíritu y vida? De Jehová, Su Padre. “Lo que enseño no es mío, sino que proviene de Aquel que me envió” (Juan 7:16). La Palabra de Dios, que la tenemos revelada en la Biblia, es poderosa, viva, y eficaz, ejerciendo un poder que va más allá de cualquier ideología o filosofía. Es tan poderosa que puede “penetrar hasta dividir entre alma y espíritu, y entre coyunturas y tuétano, y es capaz de discernir pensamientos e intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Eso quiere decir que llega a nuestro corazón y pone de manifiesto si una persona realmente vive en armonía con los principios espirituales eternos de amor, bien, luz y verdad que enseñó Jesús.
La Biblia está disponible a toda la humanidad, en gran cantidad de idiomas, lenguajes y dialectos. Puede ser leída en sistema Braille, o por Internet, escuchada por estar disponible en formatos de audiolibros o tipos de archivos como MP3, WMA, AAC, entre otros. Eso quiere decir que, independientemente del lugar en el que uno viva, el idioma que hable, o nación a la que uno pertenezca, el mensaje bíblico ha alcanzado a toda la Humanidad. De hecho, hasta podemos usar páginas de Internet o traductores que nos faciliten el traducir la Biblia, en caso de que no hablemos un idioma conocido y deseemos leerla.
Pero, ¿basta con tener la Biblia solamente para entenderla? No. Necesitamos la herramienta más eficaz y poderosa para entender la Biblia: el espíritu santo de Dios.

Cuando llegue el espíritu de la verdad, él los conducirá a toda la verdad
Juan 16:13
  Jesús prometió enviar el espíritu santo, para conducirnos a la verdad. Esto indica que no basta con leer la Biblia para entenderla. Necesitamos el espíritu santo para que esa verdad que está en la Palabra de Dios, nos guíe al conocimiento exacto, cierto, fidedigno de aquellas cosas que Jehová desea darnos a conocer. Así lo expresó el apóstol Pablo a los Corintios:

Nadie ha llegado a conocer las cosas de Dios, salvo el espíritu de Dios. 12 Ahora, nosotros recibimos, no el espíritu de este mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado bondadosamente. 13 De estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el espíritu, al conjuntar nosotros asuntos espirituales con palabras espirituales.

1 Corintios 2:11-13
 Pablo diferencia el conocer las cosas de Dios por medio de la sabiduría humana, con el conocimiento que se tiene por medio de recibir el espíritu de Dios. Podemos entender la Palabra de Dios con sabiduría humana, de forma racional, lógica, intelectual. Pero ¿experimentaremos el poder de la palabra de Dios en nuestra vida si entendemos esa palabra con sabiduría humana? Los resultados son evidentes: hay confusión, desorden, no hay claridad cuando buscamos entender la palabra de Dios con argumentos humanos, y herramientas humanas.
Existen diccionarios bíblicos, obras de concordancia, léxicos, enciclopedias, revistas, investigaciones bien documentadas sobre casi todo tema bíblico. Son usados para entender la Biblia. ¿Son estas las herramientas que nos llevan a la verdad revelada de la Palabra de Dios? NO. Es el espíritu santo el que nos conduce a la verdad. Por eso, cualquier estudio, investigación o lectura bíblica que no tenga el poder del espíritu santo guiando el entendimiento correcto, no nos llevará a la verdad, y a que esta tenga efectos positivos en nuestra vida.
Veamos este punto que muestra Pablo:

Hablamos las palabras enseñadas por el espíritu, al conjuntar nosotros asuntos espirituales con palabras espirituales.
Hay asuntos espirituales y palabras espirituales. ¿Cómo unir esos asuntos espirituales con palabras espirituales? Esa es la función guiadora del espíritu santo, la que nos indica qué es importante, verdadero y cierto sobre un asunto.
Un ejemplo de esto nos lo muestra Jesús. Él, tras resucitar, se encontró con 2 hombres que hablaban sobre lo que había pasado en Jerusalén con su muerte y resurrección. “¿De qué hablan?”, les preguntó. Los hombres relataron lo que sabían de lo sucedido, pero…  Jesús les dijo: “¿No era necesario que el Cristo sufriera todas estas cosas antes de entrar en su gloria?”. Y acto seguido, comenzando desde los escritos de Moisés y los Profetas, les interpretó cosas referentes a Él en las Escrituras.
Ahora bien, Jesús no les dio una cátedra, un largo discurso de historia bíblica, una argumentación detallada de profecías y hechos históricos. No. Les explicó partes de las Escrituras que ellos necesitaban en ese momento entender sobre lo que estaba pasando con Jesús y su resurrección. ¿Resultado? Ellos discernieron que ese hombre era Jesús resucitado, y su fe en la Palabra profética de Dios se fortaleció por ver su infalible cumplimiento. Sintieron que su corazón ardía, y que las Escrituras les fueron reveladas y entendidas por completo.
¿Qué les ayudó a entender las Escrituras? Los asuntos espirituales, conjuntados con palabras espirituales que Jesús les enseñó. Si Jesús no hubiese tenido espíritu santo, no hubiera podido explicarles e interpretarles acertadamente cómo las profecías se estaban cumpliendo en Él. El resultado fue que esos hombres no sólo fueron consolados, sino que además su fe recibió un poderoso impulso.
Notemos algo: Jesús pudo haber dicho “hey amigos, soy yo, Jesús, aquí estoy”. Pero Él usó el poder de la Palabra de Dios, explicada de una manera tal, que esos hombres llegaran a la conclusión correcta: Jesús había resucitado, como lo habían predicho los profetas. No fue un truco mental de datos, cifras, palabras, argumentos, etc. Fue el poder del espíritu santo actuando en el corazón de estos hombres, el que hizo el trabajo de guiar a estos hombres a la verdad sobre Jesús.
Otro ejemplo. Los bereanos del siglo I, “examinaban cuidadosamente las Escrituras” para comprobar si lo que el apóstol Pablo les había enseñado era correcto (Hechos 17:11). ¿Qué los convenció? ¿Fue la poderosa y persuasiva argumentación de Pablo? No, fue el poder de espíritu santo, el que respaldó lo que Pablo enseñaba.
Está claro que ni Jesús, ni Pablo, ni ninguna persona guiada por el espíritu santo necesita una larga y estructurada argumentación para entender y enseñar la verdad de la Palabra de Dios.
De manera similar, si queremos entender la Palabra de Dios y beneficiarnos de su poder, necesitamos usar la única herramienta infalible que Dios nos da: su espíritu santo. Si Jesús, Hijo de Dios, la usó y le sacó el máximo beneficio, también podemos hacerlo nosotros. Es una de las cosas que Jesús no puso como ejemplo a seguir. Jesús nos enseñó a pedir espíritu santo. Pedirlo a Jehová para que nos guíe a la verdad, al entendimiento correcto. Y cuando logramos tener ese entendimiento correcto, entonces el espíritu santo nos impulsará a generar cambios en nuestra vida. Si tenemos creencias que asumimos que están basadas en la Biblia, pero tenemos dudas, no hay certezas, tenemos insatisfacción y frustración, no podemos creer que esas enseñanzas fueron guiadas por el espíritu de Dios para su entendimiento. No son ciertas. No provienen de la guía del espíritu santo.
Lo que aprendemos, que es guiado por el espíritu de Dios es la verdad, y la verdad libera. Si nos sentimos libres, es porque conocemos la verdad. Si hay frustración, y una sensación de engaño, entonces, eso es el momento de reexaminar lo que creemos. Pero no guiándonos por argumentos lógicos, persuasivos o bien elaborados, sino por una guía infalible, la única que nos da Dios: el espíritu santo, el espíritu de la verdad.         

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