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Cambio y transición: necesarios para avanzar hacia una mayor consciencia espiritual


Cambio y transición


¿Qué hizo que se hundiera el Titanic?

Un gigantesco iceberg, sí. Pero ese iceberg fue visto antes de que el barco chocara contra él. En la famosa película Titanic, se ve cómo trataron los marineros de girar el barco para evitar el choque. En pocas palabras: el Titanic se hundió porque no fue capaz de cambiar el rumbo a tiempo, para evitar el choque.

Cambiar. El cambio es necesario.

Cuando se habla de cambio, se piensa en que otro cambie. Que cambie mi pareja, mis hijos, el gobierno, los compañeros de trabajo, el mundo, los vecinos, mis padres, etc…. Es decir, uno espera o quisiera que todo el mundo cambiara ¡ya!

¿Por qué queremos que los demás cambien? Porque queremos que todos los demás cambien para que nuestra vida sea diferente, sea mejor.

Pero el único cambio que debemos querer, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los demás, es el cambio propio: MI CAMBIO.

Cambiar significa liberarnos de los sentimientos de aislamiento, separación, soledad, rabia, temor, dolor, frustración, desbalance interior y desarmonía.



Hay un Principio Espiritual Eterno que nos ayuda a entender este punto:

Dios hace que todas sus obras cooperen juntas, para el bien de los que aman a Dios,
los que son llamados según su propósito

Dios tiene una voluntad:

BUENA - ACEPTA - PERFECTA: PARA ti 

Todo sentimiento y emoción, toda vivencia de aislamiento, separación, soledad, rabia, temor, dolor, frustración, desbalance interior y desarmonía, debe cambiar. ¿Para qué? Para que esa voluntad de Dios para tu vida, que es buena, acepta y perfecta, la alcances por medio de tú cooperar con las obras que el Padre hace. Recuerda que Jesús dijo que Él trabajaba, y que Su Padre siempre trabajaba. Las obras del Padre nunca se detienen, ni las del Hijo. Tú, por medio del cambio, cooperas en las obras de Dios.
Pero, en pocas palabras: ¿qué es el cambio?

En el Salmo 86:11 hay una frase que resume este punto:

Unifica mi corazón

El cambio es el de unificar el corazón, para que 
esté en sintonía, en la vibración de Dios.

Unificar el corazón: Es posible sólo con el constante fluir del espíritu de Dios en nuestra vida. El espíritu santo es el medio que Jehová usa para iluminar el corazón, para poner orden. Recordando la visión del Trono de Revelación 4, hay un mar vítreo, cristalino, con 7 lámparas de fuego. Es una forma de simbolizar el corazón de Dios: cristalino, fluido, con el fuego de su amor y actividad eternas. 

Cuando se inicia el cambio, hay que ser capaz de mirar hacia adentro. Hay oscuridad y desorden en el corazón. Hay experiencias, vivencias, recuerdos, heridas del alma, cicatrices emocionales que están presentes.

No se trata de hacer un listado de cosas por cambiar. Se trata de reconocer la necesidad de fluir, con la dirección que dé Dios al corazón, para que este vibre en la sintonía de Dios. Sólo Jehová sabe cómo hacerlo. Nuestro papel es permitir el fluir de Dios en nuestra vida.

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